jueves, 2 de junio de 2016

Kate Miller-Heidke

Kate Miller-Heidke
Creo que, después de dos años, ha llegado el momento de actualizar la música de la semana en Lillusion. Tras aquel "London calling" de The Clash que dio el pistoletazo de salida a nuestro viaje a Londres de 2014, la verdad es que he escuchado un poco de todo. He tenido semanas muy setenteras, con mucho pop bailable, algún ramalazo nacional con clásicos del estilo de Rocío Dúrcal o Massiel, días en los que se ha impuesto el lenguaje del demonio de Rammstein y últimamente me ha dado por descubrir cosas a través de Spotify.

En uno de esos momentos de clicks aleatorios en artistas/canciones sugeridos por la aplicación sonó esta canción de Kate Miller-Heidke, "The last day on Earth". Esta cantautora australiana me era totalmente desconocida pero, tras escuchar dos o tres canciones suyas, me di cuenta de que merecía un poco más de atención por mi parte. 

Esta chica nacida en 1981 comenzó su carrera musical en el año 2000 y desde entonces ha publicado casi media docena de álbumes, además de hacer sus pinitos también como actriz en algunas series y musicales de teatro. La canción que nos ocupa en este post data de 2009 y está incluida en su disco "Curiouser". Se hizo muy conocida en su país por sonar en uno de los capítulos de la serie de culto para los australianos "Vecinos" y parece que recientemente también ha aparecido en un reality de baile en algún canal de TV que desconozco, gracias a lo cual el tema ha conseguido mucha más repercusión.

Portada del disco "Curiouser"

Kate Miller-Heidke tiene un estilo muy personal que a veces me recuerda a Tori Amos y a algunas otras cantautoras, con una voz aguda con toques de soprano y melodías de piano lánguidas. En otras canciones se acerca más al pop convencional, pero con un aire más alternativo que le da un especial encanto a su música, desde mi punto de vista.

En Spotify está (creo) toda su discografía por si queréis escucharla y disfrutar de su música. Por si no podéis acceder a la aplicación, os dejo también aquí el vídeo de YouTube con la canción que hoy nos ocupa, "The last day on Earth", de Kate Miller-Heidke. 
 

miércoles, 27 de abril de 2016

Yo tenía un blog

Las Cañadas del Teide, nevada marzo 2016
Hola! Bienvenidos un día más a "Yo tenía un blog", donde analizamos a aquellos bloggers que publicaban asiduamente en sus espacios personales en internet hasta que un buen día dejaron de hacerlo y desaparecieron de la faz de la tierra. Bueno, de esta faz, porque en Twitter, Facebook, Instagram y otros engendros del demonio siguen razonablemente activos. O sea, de vez en cuando.

Pues hoy, en "Yo tenía un blog", nos acordamos de Lillu y su incomparable página Lillusion.

Bien, centrémonos. Como dudo que alguien siga visitándome (aprovecho para saludar a mi madre y a mis primos de Madrid) pero tengo la secreta esperanza de que alguien lo haga, anuncio por este cauce que sigo viva y que amenazo con seguir publicando. Vale, sé que no son amenazas muy creíbles visto lo visto, pero es que ganarse el pan con el sudor de la frente (y del resto del cuerpo) tiene sus consecuencias más directas en esta faceta de la vida tan fundamental: el ocio.

No es que no tenga nada que publicar; es que apenas tengo actividades dignas de publicación fuera de la escena laboral. Y juro que no trabajo por gusto, faltaría más, pero la niña peluda (aka River) tiene que comer y en esta casa tenemos la fea costumbre de pagar el alquiler y las facturas religiosamente. Pero... a dónde nos lleva esta vacua reflexión? Pues a un punto muy concreto: estoy de vacaciones. Sí, lillusianos, si no fuera por ese pequeño detalle a buenas horas podría yo sacar un rato para actualizar este blog contando algo coherente. Vale, tampoco os cebéis con lo de la coherencia, que os conozco.

Ola ke ase?
A lo que voy. En estos largos días de vacaciones estoy teniendo tiempo para algunas de esas cosas que me hacen feliz: para leer algo de lo que no puedo leer a diario y avanzar en mi extensísima, por no decir inacabable e inabarcable lista de pendientes; para ganchillar de nuevo sin que el dolor de la mano lo haga imposible; para cocinar y hornear todos los panes que tenía en mente; para hacer unas pequeñas compras y reformas de hogar que llevaban esperando varios meses; para salir a comer y tomar algo con amigos a horas normales, sin prisas; para ver algunos capítulos de series que no encontraban su momento; para volver a correr, aunque sea a paso de tortuga y con distancias vergonzosamente cortas; y en general, para recuperar mis amadas rutinas de horarios, acostarme y levantarme temprano, olvidar el estrés y sonreír porque en todos estos días no me ha dolido la cabeza ni una sola vez. 

Pero como todo lo bueno se acaba, las vacaciones tendrán su fin y volverá el estrés, la falta de tiempo, el agotamiento y el desorden horario, así que no puedo prometer que este blog tenga la continuidad que desearía. Pero, como siempre, sabéis que estoy habitualmente en Twitter e Instagram, donde puntualmente comento detalles de mis desavenencias con el mundo y publico documentos gráficos de todo aquello que me llama la atención. En la barra lateral podéis acceder a esas cuentas y seguir el blog en Facebook para no perderos ni una de mis (escasas pero geniales) actualizaciones.

Teide, nevada marzo 2016

lunes, 29 de febrero de 2016

Madrid (y VI): Consideraciones finales

"compró suerte en Doña Manolita"... Ahí mismo ;)
Aprovechando que hoy es 29 febrero y esto sólo ocurre cada cuatro años, finalizo mi extensa revisión del viaje que hicimos a Madrid en julio del 2015. Extensa por el tiempo que he tardado en publicar todas las entradas, no porque las reseñas fueran muchas o largas en sí mismas. 

En fin, lo dicho. El balance de nuestro viaje fue, en general, bastante positivo. Teniendo en cuenta que hacía más de 10 años que yo no visitaba la capital del país, no encontré la ciudad demasiado cambiada pero quizás sí un poco más acogedora que en anteriores estancias, qué curioso. Supongo que esto son consideraciones totalmente subjetivas, pero hay ciudades de las que guardas buen recuerdo por lo que allí pasaste o viviste y otras cuya visita pasa más sin pena ni gloria.

La arquitectura de la ciudad resulta imponente y ese estilo clásico hace que pasear por sus anchas avenidas se convierta en una experiencia única, que sólo ofrecen las grandes capitales que se han mantenido un poco al margen de la modernidad urbanística. En Madrid han sabido conservar con bastante acierto esos enormes edificios que dan un toque de distinción, algo que se agradece.

Objetos de Arte Toledano y su homenaje a Las Meninas, Paseo del Prado
No he encontrado los precios de consumo tan caros como esperaba. La oferta gastronómica es amplia y variada y, si sabes por dónde moverte, puedes comer o cenar muy bien por poco dinero, sobre todo en determinados barrios. Está claro que aquí hay que tener uno o varios guías autóctonos (como fue nuestro caso) para poder disfrutar de las mejores opciones en relación calidad/precio. También hay las típicas zonas o locales de moda prohibitivos para personas como yo, pero eso es algo inherente a cualquier gran ciudad. 

A nivel de alojamiento, como ya comenté en la primera entrada de este viaje hay una gran variedad de hostales y hoteles cuyos precios oscilan entre los 30 y los 70 euros, dependiendo de lo que busques y la localización. El Barrio de las Letras, como ya comenté, es una zona ideal si la intención del visitante es acudir a los museos más conocidos de la ciudad, el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza. 

Trasera del Teatro Real, con su programación
A nivel cultural, Madrid ofrece cientos de opciones. Nosotros no teníamos intención de acudir a ningún musical ni obra de teatro, pero sin duda se trata de la ciudad ideal para ello. Multitud de teatros, salas de conciertos y pequeñas fundaciones tienen todos los días un programa adecuado para cualquier tipo de preferencia cultural. En los días que estuvimos no nos coincidió ninguna actuación musical que nos interesara, aunque cierto es que tras días repletos de visitas a museos y exposiciones tampoco teníamos el cuerpo para mucha más actividad.

Teatro Español
A pesar de ser una gran ciudad, Madrid se recorre muy bien a pie. Me refiero, claro está, a la zona más turística, al centro donde llegar de un museo a otro o de un monumento a otro lleva apenas unos minutos de paseo. A todo esto ayuda sin duda que la ciudad sea bastante llana, sin apenas cuestas. No utilizamos el metro más que en una ocasión, por una circunstancia concreta, y el autobús sólo para los desplazamientos del aeropuerto, pero creo que el servicio de transporte público cubre bastante bien las necesidades de un turista que se quiera alejar un poco del centro.

Calle Mesón de Paños con bolardos de ganchillo
Los culpables de lo anterior, La Laborteca
Ozymandias, el toque friki en la Calle de las Fuentes
Mi recomendación personal para moverte por la ciudad es callejear por las zonas más recomendadas y dejarte empapar por el espíritu castizo que desprenden las tiendas, los bares y la arquitectura. Y no viajar en verano también es una buena recomendación, porque te puedes morir de calor, jaja. Lo dicho, un viaje muy agradable y Madrid una ciudad a la que creo que volveremos pronto.

Puerta de Alcalá
* (Haz click en las imágenes para ampliar)

viernes, 19 de febrero de 2016

Madrid (V)

Km.0, Puerta del Sol
En el último día de nuestro viaje a Madrid teníamos unas horitas libres antes de coger el vuelo de regreso a casa. Decidimos dar otro paseo por el centro, revisitando la Puerta del Sol y el famoso Kilómetro 0, del que se supone que parten todas las carreteras estatales. Volvimos a pasar por La Almudena y el Palacio Real que, siendo ya fin de semana, mostraban un entorno mucho más concurrido.

Nuestra intención última era visitar el Templo de Debod, una antigua construcción egipcia situada en el Parque del Oeste y que, sinceramente, nos costó un poco encontrar ya que el acceso no está demasiado bien señalizado. Cuando por fin apareció ante nuestros ojos, después de unos cuantos rodeos, su visión resultó bastante emocionante.

Templo de Debod
El templo fue un regalo de Egipto a España en 1968, como agradecimiento por su ayuda en la conservación de los templos de Nubia, en riesgo por la construcción de la Presa de Asuán. Debod tiene unos 2.200 años de antigüedad y conserva en su interior unos grabados de gran interés histórico. En una de sus dependencias muestra una maqueta con su situación original en el valle de Asuán, al lado de otros templos egipcios, muchos de ellos hoy desaparecidos bajo las aguas de la presa.

Templo de Debod, edificio principal
A pesar de los carteles y los esfuerzos oficiales por mantener el templo en buenas condiciones, he de decir que los visitantes con los que coincidimos aquel día resultaron ser de lo más incívicos, ignorando las advertencias de no hacer fotos con flash o no tocar las paredes y dejando restos de bebidas por las esquinas oscuras del templo. Así sólo conseguirán que éste y otros monumentos se cierren al público y que perdamos todos los que de verdad respetamos y valoramos la cultura y el arte. Crítica aparte, es un lugar bonito para visitar.

Congreso de los Diputados
En nuestro paseo mañanero pasamos también por última vez por delante del Palacio de las Cortes, edificio que alberga el Congreso de los Diputados, con sus apuestos leones. Se trata de una construcción emblemática que identifica perfectamente el espíritu de este Madrid que estábamos a punto de abandonar. También pasamos por delante del edificio del Senado, una obra mucho más moderna con un interés arquitectónico similar al interés político de lo que allí sucede, es decir, más bien nulo.

Hacia el mediodía recogimos nuestras maletas en el hostal, compramos unos bocadillos en el muy recomendable Museo del Jamón y nos dirigimos hacia el aeropuerto, con una sensación muy agradable y un bonito recuerdo de Madrid a pesar de la ola de calor. 

León del Congreso
* (Haz click en las fotos para ampliar)

** (Continuará...)

jueves, 21 de enero de 2016

Madrid (IV)

Ministerio de Agricultura
Hola queridos lectores lillusianos! Os sitúo: cuarto día de nuestro periplo madrileño de julio de 2015. Vale, voy con un poco de retraso en la crónica pero tengo intención de terminar la serie antes de que pase un año completo desde el viaje. Como veis, mis propósitos de año nuevo tampoco son demasiado ambiciosos.

Nuestro primer destino de esa jornada era CaixaForum, donde había un par de exposiciones interesantes, ambas gratuitas para los clientes de La Caixa y con un coste de 4 € para los no clientes. La primera versaba sobre el arte Mochica peruano, una cultura anterior a la Inca. Allí se exponía una selección de máscaras y objetos utilizados por esa civilización en rituales funerarios, ofrendas guerreras o ritos de fertilidad. La muestra recogía más de 200 piezas de arte pre-colombino procedentes del Museo Larco de Lima (Perú). 

Máscara Ai Apaec Mochica, CaixaForum
En la segunda exposición, bajo el nombre de "Animales y Faraones", se mostraban diversas piezas referidas al universo animal del Antiguo Egipto. Tapices, esculturas y objetos funerarios de toda condición mostraban una adoración extraordinaria a ciertos animales como los gatos o determinadas aves. La mayoría de las obras procedían del Museo del Louvre y no estaba permitido tomar fotografías de las mismas. Esta exposición me resultó mucho más vistosa e interesante que la anterior, a pesar de que había un grupo de visitantes ruidosos que nos dificultó bastante la visita.

Como el buen tiempo (y la ola de calor) seguían acompañándonos en nuestro viaje, continuamos la mañana con un largo paseo por el Parque del Retiro. Digamos que como zona verde tampoco es nada espectacular (su vegetación es un tanto monótona) pero algo así en pleno centro de la ciudad ayuda mucho a oxigenar cuerpo y mente. Arquitectónicamente hablando posee algunas piezas muy interesantes, fuentes y esculturas de los siglos XVIII y XIX que se conservan muy bien y le dan al parque un toque señorial muy del estilo del Madrid más clásico. Además, los lagos y estanques ayudan a refrescar el árido ambiente veraniego, cosa que se agradece mucho.

El Retiro
Autofoto Parque del Retiro

Dentro del parque se encuentra el Palacio de Cristal, una construcción de 1887 que alberga normalmente exposiciones de arte contemporáneo, gestionadas en su mayoría por el Museo Reina Sofía. En este caso, el edificio acogía el proyecto "Tuiza. Las culturas de la jaima", una composición de Federico Guzmán que convirtió el Palacio de Cristal en una enorme jaima árabe repleta de colores.

Palacio de Cristal, El Retiro
"Tuiza. Las culturas de la jaima". Palacio de Cristal
Vistas de El Retiro desde el Palacio de Cristal
Construido también en el interior del Retiro está el Palacio de Velázquez, que data de 1883 y tiene unos bonitos mosaicos de azulejos en sus paredes exteriores. Dentro había una exposición de Carl Andre titulada "Escultura como lugar, 1958-2010". La muestra en sí era más bien rarita, de esas que sólo los culturetas con gafas de pasta y cara de estreñidos cuando miran saben valorar. No era mi caso, así que la cosa me dejó más bien fría y la instalación no me aportó nada destacable salvo unas cuantas risas ahogadas en algunas salas mientras espiaba las reacciones de otros visitantes.

Fachada Palacio de Velázquez, El Retiro
"Escultura como lugar, 1958-2010". Palacio de Velázquez
Por último nos dirigimos hacia la zona del Estanque y el monumento a Alfonso XII, quizás la parte más conocida del Retiro por el alquiler de barcas para paseos. Una enorme columnata y varias esculturas rodean el monumento, que fue inaugurado en 1922 y financiado por las generosas aportaciones de los ciudadanos madrileños. En general El Retiro es un parque digno de ver por la majestuosidad de su arquitectura y su interés histórico dentro de la ciudad.

Monumento a Alfonso XII, El Retiro
Estanque, Parque del Retiro
Tras salir del parque nos dirigimos hacia el barrio de La Latina, donde comimos en Martina Cocina, un coqueto restaurante cercano al Rastro sugerido por Loque, acompañados por la propia Loque. El encuentro fue de lo más agradable y entretenido, degustando platos sencillos con toques vegetarianos y deliciosos dulces. El ambiente del restaurante, muy tranquilo y hogareño, no tenía nada que ver con nuestro siguiente destino, un poco más masificado: el Museo Reina Sofía.

Museo Reina Sofía
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía dispone de un horario de entrada gratuita de lunes a sábado entre las 19.00 y las 21.00, hora del cierre. Como en principio tampoco teníamos especial interés en muchas de las obras del museo, decidimos aprovechar esas dos horas para ir directos a exposiciones y salas puntuales. El primer problema, con el que no contábamos, fue que a esa hora ya no quedaban planos en español del museo (ni en inglés ni en ningún otro idioma descifrable). Al final encontramos uno abandonado en un banco, aunque tampoco nos ayudó demasiado a gestionar la visita. 

Lo primero que queríamos ver era, sin duda, el "Guernica" de Picasso. He de reconocer que me impresionó mucho más de lo que esperaba. Su grandiosidad y sus infinitos detalles me trasladaron totalmente a la época y situación que el genial artista quiso retratar en la obra. Me olvidé hasta de la posibilidad de hacer fotografías, que sí estaban permitidas en la mayoría de las salas, siempre sin flash, así que no pude guardar un documento gráfico de mi cercanía a ese cuadro.

Tras contemplar más obras de Pablo Picasso busqué los impresionistas que acoge el museo, que tampoco son muchos puesto que no es el tipo de arte en el que se centra el Reina Sofía. Muchas obras destacadas eran préstamos temporales del Kunstmuseum Basel, el Museo de Arte de Basilea (Suiza). En otras salas me llamaron la atención cuadros de Salvador Dalí, Óscar Domínguez o Miró, siempre teniendo en cuenta que mi gusto por el arte moderno es más bien limitado y suelo tender hacia visiones más clásicas del arte.

"Rostro del gran masturbador", Salvador Dalí, MRS
"Nafea faa ipoipo", Paul Gauguin, MRS
"Le Jardin de Daubigny", Vincent Van Gogh, MRS
El edificio acogía muchas colecciones y exposiciones temporales, entre ellas algunas de fotografía muy interesantes, centradas en la España de mitad del siglo pasado. Las típicas instalaciones y proyectos de corte más vanguardista no llamaron especialmente mi atención, como era de esperar. Aún así, eché de menos una visita más pausada, ordenada y con menos aglomeraciones, ya que muchísima gente accedió al museo al mismo tiempo que nosotros aprovechando la entrada libre y dificultaba bastante la movilidad y tranquilidad de la experiencia.

Instituto Cervantes
Por la noche nos esperaba una cena ligerita en un restaurante mexicano del mismo barrio donde nos alojábamos, el de las Letras, y un corto paseo antes de retirarnos a descansar por una zona que despertaba ya al ambiente nocturno del viernes noche.

* (Haz click en las fotos para ampliar)

** (Continuará...)