miércoles, 31 de enero de 2018

Berlín (VI): Essen & Bier

Cervezas varias en Berlín
O para simplificar, comer y beber cerveza en Berlín, que es lógicamente la bebida reina del país. De hecho, la cerveza resulta casi un símbolo cultural en la ciudad y es muy habitual ver a todos los jóvenes berlineses sentados por las tardes en los parques compartiendo charlas y botellines de cerveza. 

Bien, he de decir que comimos mucho y bien en Berlín, en gran parte gracias a las inmejorables sugerencias de nuestro anfitrión español residente allá. Él nos acompañó en casi todas las cenas, en restaurantes de la zona de Friedrichshain, un barrio joven muy de moda en Berlín, y nos indicó algunos otros lugares en los que podíamos degustar platos locales o de cocinas muy arraigadas en Alemania como la turca, libanesa o austríaca. 

Al pie de la mayoría de las fotos de esta entrada podréis ver dónde comimos el plato que las ilustra. 

Auflauf en Intimes
Nuestro primer contacto con la comida alemana fue con un plato típico que se llama auflauf, una especie de gratinado de verduras, que puede variar en su contenido según la receta. El que yo probé llevaba patata, calabacín y nueces, todo con una crema ligera y ligeramente gratinado en una cazuela, realmente muy rico.

Salchichas en Augustiner
Como no podía ser de otra manera, en otro almuerzo también probamos el típico currywurst, que no deja de ser una salchicha cocida con ketchup y curry espolvoreado por encima, normalmente acompañada de patatas fritas. Digamos que me gustó más otro plato de salchichas en salsa con puré de patatas, aunque hay tantas variedades de este producto y forma de cocinarlo que puedes comer salchichas todos los días variando simplemente el tipo, el sabor y la procedencia. 

Combinado berlinés en Aufsturz
Tienden a acompañar los platos con otra receta típica alemana, la ensalada de patata o kartoffelsalat, que normalmente tiene un toque agridulce por el aderezo de mayonesa, mostaza y vinagre. El chucrut y los encurtidos también son muy comunes en sus guarniciones. Esquivé además todos los pepinos y pepinillos que pude y no siempre lo conseguí; son productos que no me motivan especialmente y ellos los usan muchísimo.

Codillo al estilo de Munich y otros platos en Hofbräu
También pudimos probar el famoso codillo alemán, aunque en este caso lo comimos al estilo de Munich en un famoso restaurante bávaro. Allí el codillo de cerdo lo preparan al horno, con el exterior bien tostado y servido con patatas asadas y chucrut. Sin embargo, el codillo típico de Berlín sigue una receta totalmente diferente y se sirve solamente cocido. En este mismo restaurante probé también otro tipo de apfelstrudel diferente al que había degustado en mi primer día en Berlín, en esta ocasión más enrollado y servido con salsa de vainilla. 

Schnitzel y käsespätzle en Schneeweiss
Uno de los restaurantes que visitamos y que nos encantó tenía especialidades de la cercana Austria. Allí degustamos un gigantesco wiener schnitzel que, como bien indica su nombre, es un plato de origen vienés pero ampliamente adoptado por la cocina germana. Se trata de un tradicional escalope de ternera o filete empanado, de proporciones generosas y normalmente acompañado de patatas o algún tipo de ensalada. También probamos el käsespätzle, una variedad de pasta fresca típica de Austria y del sur de Alemania que se mezcla con mantequilla, queso y a veces cebolla, realmente delicioso y también muy calórico. En ese mismo restaurante tomamos como postre otra estrella de la cocina austríaca, el kaiserschmarrn, que consiste en trozos de crêpe acompañados con fruta, normalmente ciruelas o manzana, y espolvoreado con azúcar glass. Después de esta cena me entraron unas ganas locas de visitar Austria, por supuesto.

Kaiserschmarrn en Schneeweiss
Como en casi todos los países de Europa, los desayunos suelen ser bastante contundentes, sobre todo en los días no laborables. Los alemanes toman bastante café y los latte generalmente tienen el tamaño de tres cafés con leche españoles tradicionales. Suelen acompañarlos con frutas, fiambres, quesos y panecillos de varios tipos con mantequilla y mermelada. 

Desayuno en KuchenRausch
Hay que decir que los alemanes no conocen la leche desnatada ni los productos bajos en grasa ni nada similar. Todo o casi todo lleva mantequilla, nata y queso, y utilizan carnes grasas, fiambres y salchichas para gran parte de sus preparaciones, así que padecer del corazón en ese país tiene que ser una tortura a la hora de llevar una dieta saludable. Sorprendentemente, he leído que no destacan por ser una de las naciones con más problemas coronarios y suelen desarrollarlos ya en la tercera edad, seguramente porque lo compensan con una buena genética o más actividad física.

Otra de nuestras cenas de grupo la celebramos en un restaurante asiático muy de moda en Berlín, donde se sirven una especie de tapas para compartir, con precios de 3-4 euros por ración. El objetivo era probar un poco de todo y la comida resultó bastante rica, con algunas opciones realmente curiosas, sobre todo por los nombres de los platos.

Tapas asiáticas en Transit
Sobre los precios hay que destacar que Berlín es una ciudad relativamente barata en comparación con otras capitales europeas. A los berlineses les gusta salir a comer y beber y hay una gran variedad de locales y muchísimas opciones gastronómicas diferentes. Cada plato en un restaurante de categoría media puede oscilar entre 10-15 euros y alrededor de 8-10 euros en uno inferior o de comida rápida. Los barreños de café latte, como yo los llamaba, son a partir de 3 euros y los expresso o café solo unos 2 euros. Las cervezas cuestan en casi todas partes de 4 euros para arriba dependiendo de la especialidad que sea, aunque la mayoría tienen un tamaño de medio litro. Las cartas de postres son pequeñas pero con platos muy elaborados, por lo que un buen postre tampoco baja de 5 euros.

Combinado libanés en Dada Falafel
En todas las facturas se grava un 19% de impuestos y en el total no está incluida la propina, que en la mayoría de los países europeos se considera casi obligatoria si no está incluida en el importe del ticket (de hecho, se especifica en los propios tickets). En Alemania esta propina puede ser de un 5-10% del total y lo que se debe hacer (o así nos lo explicaron) es decirle al camarero la cantidad que quieres que te cobre cuando regrese a por la cuenta, tanto si el pago es en efectivo como con tarjeta. Precisamente sobre los pagos con tarjeta comentaré un detalle curioso en mi próximo y último post sobre Berlín. No os lo perdáis!

Bicicleta y flores en Pariser Platz
*** (Haz click en las fotos para ampliar)

*** ( Continuará...)

sábado, 13 de enero de 2018

Berlín (V)

Museo Judío de Berlín
En nuestro último día completo en Berlín habíamos programado la visita al Museo Judío de Berlín. Aprovechando que nuestro Museumpass todavía estaba activo no tuvimos que pagar la entrada, que cuesta 8 euros. El Jewish Museum Berlin es en su conjunto una experiencia arquitectónica y visual del sufrimiento del colectivo judío durante la época nazi. El edificio está construido de modo que escaleras, paredes, ventanas y otros elementos ayuden a los visitantes a situarse en el lugar de todos los judíos berlineses que vivieron aquellos horrores, el desprecio, la soledad, la marginación y el asesinato por el simple hecho de pertenecer a su etnia.

Ventana interior Jüdisches Museum
El edificio, cuya construcción se desarrolló a principios de los años noventa, está diseñado por el arquitecto polaco Daniel Libeskind y con él intentó plasmar la importancia del holocausto en la historia de Berlín. La gran cantidad de espacios vacíos, intrincados huecos, ventanas de tamaños y formas dispares, muchas de ellas sin vistas, el uso de colores grises y materiales metálicos, todo ello contribuye a crear una sensación de desasosiego y soledad con el objetivo de acercar al visitante a aquellos años de irreparable dolor.

Escaleras a ninguna parte, Jüdisches Museum
El museo cuenta con varias exposiciones permanentes que pretenden tener un gran impacto sensorial sobre el público. La Torre del Holocausto es una gran torre cerrada de hormigón a la que se accede desde el sótano, con la única luz de una pequeña abertura en uno de los vértices superiores y por la que también entran los únicos sonidos del exterior. En el Jardín del Exilio se puede pasear por un bosque de pilares de hormigón coronados de vegetación, visualmente llamativo pero imposible de caminar propiamente debido a la inclinación del suelo entre unos bloques y otros.

Jardín del Exilio, Jüdisches Museum Berlin
Hay otra instalación que llama mucho la atención, denominada Shalekhet, donde el visitante puede caminar sobre las 10.000 hojas de acero con forma de rostro diseminadas por el suelo. El conjunto de esta obra ha sido bautizada también como "Vacío de la memoria". Pisar estas caras de acero produce unos inquietantes ecos en la habitación y, en general, una indescriptible sensación de desasosiego. Creo que cualquier persona que visite este museo no puede quedar indiferente ante estas experiencias.

Instalación Shalekhet
Instalación Shalekhet
Tras esta intensa visita cogimos aire para dirigirnos hacia Nikolaikirche, la Iglesia de San Nicolás, una de las iglesias más antiguas de Berlín. Está situada en una pequeña zona peatonal reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial al estilo centroeuropeo, muy cerca de los márgenes del río Spree. La entrada cuesta 5 euros pero la Museumpass también proporciona acceso gratuito.

Nikolaikirche
El exterior de la iglesia es muy característico, con una cúpula de dos torres en pico, totalmente reformada en los años ochenta del siglo pasado. Aunque en el siglo XIX acogía las reuniones del consejo de la ciudad, presididas por el alcalde, actualmente San Nicolás constituye un museo, con muchas piezas religiosas originales y un órgano que ameniza varios eventos musicales anuales. La iglesia también acoge las tumbas de familias enteras de berlineses ilustres.

Interior Nikolaikirche
Muy cerca de allí se encuentra la Knoblauchhaus, una casa-museo de visita gratuita donde se recrea la vivienda de una familia berlinesa de comerciantes de clase media durante el S.XVIII. Aunque la mayoría de las piezas son réplicas de objetos de aquella época, sí se conservan fotos originales y algún documento de la familia que ocupó realmente el edificio. No es nada del otro mundo pero es una visita curiosa que apenas toma unos minutos.

Knoblauchhaus Museum
Con un tranquilo (y cansado) paseo de vuelta a casa y una cena con nuestros amigos desplazados en la capital alemana poníamos fin a nuestro viaje a Berlín, una visita muy fructífera culturalmente hablando y muy enriquecedora en general. En un último post comentaré, como es habitual, los detalles de la gastronomía berlinesa y otras curiosidades que quizás puedan servir a los futuros viajeros.

Stadthaus Berlín
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*** (Continuará...)