Por fin he visto esta película que llevaba años en mi lista de pendientes, "Velvet Goldmine". Nunca me coincidía un buen momento para poder verla hasta que, hace unos días la proyectaron en versión original subtitulada y con entrada gratuita en el TEA de Santa Cruz de Tenerife. Como no podía ser de otro modo, aproveché la ocasión para disfrutarla en pantalla grande y, sin duda, mereció la pena.
“Velvet Goldmine” narra la vida de una estrella del glam-rock en la década de los setenta, su ascenso, su caída y los pormenores de la escena musical de aquella época en un revolucionario y siempre adelantado a su tiempo Reino Unido. La película está basada parcialmente en la figura de David Bowie, aunque el artista rehusó participar en la producción porque pensaba rodar una película propia sobre su álbum “Ziggy Stardust”, del que se sacaron muchas ideas para “Velvet Goldmine”. Debido a esta negativa, los personajes de la película son ficticios pero están ostensiblemente inspirados en Bowie y su relación con Iggy Pop y otro gran artista del momento, Lou Reed (toda esta información está en la Wikipedia).
La película tiene una banda sonora impresionante, con temas compuestos expresamente para el film y otros originales de la época que retrata. Sin ser un musical en sí mismo, “Velvet Goldmine” da prioridad a la expresión artística y musical por encima de otras consideraciones y a este respecto me recordó en muchos momentos a otro clásico del género, “The Rocky Horror Picture Show”. Además, las principales interpretaciones masculinas son excepcionales: Jonathan Rhys Meyer como la estrella Brian Slade (David Bowie); Ewan McGregor en el papel de Curt Wild (Iggy Pop); y Christian Bale como el periodista Arthur Stuart. Se trata de papeles controvertidos que no muchos actores estarían dispuestos a encajar en sus carreras a finales de los noventa, incluyendo el desnudo frontal integral de McGregor, por ejemplo.
“Velvet Goldmine” es una experiencia visual y musical muy interesante, con una historia bien tejida aunque a ratos algo confusa. El director del film, Todd Haynes, explota sin duda todos los aspectos morbosos a su alcance y configura un pequeño homenaje al estilo de vida repleto de excesos que rodeó a las estrellas andróginas del glam. La película obtuvo en 1998 una nominación al Oscar al mejor diseño de vestuario y destacó por su aportación artística a la industria cinematográfica.
Haynes dirigió también en 2007 otra película biográfica sobre Bob Dylan, “I’m not there”, que tengo pendiente de ver uno de estos días.
Puntuación: 7 sobre 10.