Monumento a Velázquez a la entrada del Museo del Prado |
La entrada normal cuesta 14,00 €, aunque también se puede adquirir el Abono Paseo del Arte para visitar los tres museos de la zona (Prado, Reina Sofía y Thyssen Bornemisza) por 25,60 euros. Como Exseminarista Ye-ye entraba gratis y tampoco teníamos muy claro si tendríamos tiempo suficiente para visitar los tres centros con detalle y amortizar así ese dinero, decidí comprar solamente la entrada del Prado.
Mi última visita al museo había sido cuando yo tenía 9 años, y por entonces me pasé la mitad del tiempo aburrida y cansada mientras mi madre contemplaba extasiada los cuadros (la otra mitad del tiempo la pasamos buscando a mi hermana, que se había perdido mezclada con una excursión de japoneses, pero eso es otra historia ;)) así que mis ganas de estar otra vez en el Prado eran enormes. Sin embargo, tengo que decir que, en general, me llevé una pequeña decepción.
En el interior del museo no se permiten fotografías, en ninguna sala, ni siquiera sin flash, así que este post estará pobremente ilustrado. La fachada principal del edificio estaba en obras, cubierta con una lona, y el exterior del museo tampoco ofrecía buenos planos para inmortalizar así que no gastamos mucha batería de móvil en ese sentido. Tampoco se permite entrar ningún tipo de bebida o comida, algo que me parece totalmente ilógico. Eso te obliga a consumir dentro del museo en la única cafetería-restaurante que existe, a precios desorbitados. En fin, políticas que no me gustan ni me parecen razonables pero que por desgracia te ves obligado a aceptar.
Monumento a Goya, exterior Museo del Prado |
Otro de los puntos negativos del museo para nosotros fue la iluminación de los cuadros. Me parece increíble que en un centro de la categoría de El Prado, que constituye uno de los museos pictóricos más importantes del mundo, y en el que la entrada cuesta 14 euros, se permitan que en algunos lienzos haya reflejos procedentes de las ventanas y no se pueda ver bien la obra. Y no fue en uno ni en dos. En un principio pensé que podía ser algo puntual, relacionado sobre todo con mi limitada estatura (1.58 m.) pero a Exseminarista Ye-ye, desde su 1.88 m., le ocurría exactamente lo mismo. Tenías que alejarte varios metros de algunos cuadros para poder contemplarlos sin brillos, algo imposible en ocasiones por la presencia de otras obras en el medio de la sala o por una pared cercana. Desde esa distancia, ya no se podían apreciar los detalles de la pintura, pero si te acercabas para ver algo concreto perdías totalmente el conjunto. No había un término medio.
Nos resultó tan frustrante ese defecto de iluminación que llegamos a comunicarlo al museo a través de un tuit, respondiéndonos sus responsables que se estaba trabajando en mejorar el sistema de iluminación general de todas las salas, sustituyendo las lámparas halógenas por tecnología led. Aún así, yo creo que cerrando algunas ventanas y controlando la luz natural que entra por ellas se podría solucionar ese problema en la mayoría de los cuadros afectados.
Real Academia de la Lengua y San Jerónimo desde los aledaños de El Prado |
En general, los trabajos de Velázquez son el reclamo principal del museo y, todo hay que decirlo, con justo merecimiento porque la visita al Prado merece la pena sólo por ver una decena de las 48 obras suyas que allí se exponen. Tiziano, Tintoretto, Caravaggio, Rembrandt, Rubens, Goya, Murillo o El Greco conforman los nombres más destacados del resto de las galerías. El museo no tiene apenas nada más allá del s.XIX, puesto que sus exposiciones se limitan en gran parte a la Colección Real y a cuadros de corte religioso y retratos nobles encargados por los distintos linajes de gobernantes de la época.
Al final de la visita, ya resulta un poco agotador ver tanto retrato del mismo rey, conde o duque de pie, a caballo, sentado o con su familia, pero no deja de ser una importante representación pictórica de la España más real y sus dinastías. No es un museo tan completo como puede ser la National Gallery londinense que visitamos el año pasado, que tiene al menos una obra de cada autor o corriente destacable, pero sin duda El Prado es una visita obligada para cualquier amante del arte.
Mi recomendación al respecto es que, si no se es un gran entendido en la pintura religiosa italiana o los cuadros de la Corte del barroco español, la visita se realice en el espacio de dos horas gratuito que ofrece el museo todos los días entre las 18.00 y las 20.00 h. o los domingos por las tardes, justo antes del cierre de puertas. En ese tiempo se pueden ver casi todas las obras conocidas que alberga el museo, entre las que se encuentran "El jardín de las delicias" de El Bosco, "El caballero de la mano en el pecho" de El Greco, "Las tres Gracias" de Rubens, "Los fusilamientos del 3 de mayo" y las "Majas" de Goya (la vestida y la desnuda, mucho más bonita esta última para mi gusto), y todos los grandes cuadros de Velázquez, además de alguna otra obra destacada de otros autores.
Coincidiendo con nuestra visita, el museo exponía también una colección temporal de cuadros de Picasso procedentes del Museo de Arte de Basilea, bajo el nombre 10 Picassos del Kurtmuseum Basel. Los cuadros estaban situados en uno de los pasillos centrales del edificio, flanqueados por lienzos clásicos de gran formato. Desde mi punto de vista deberían haber dedicado una sala exclusiva a estas obras, a todas luces fuera de lugar tanto en estilo como en época. De todos modos, tampoco se trataba de los cuadros más destacados de su autor, sino de una selección más bien modesta de su obra.
Comida en el Café Prado |
Como teníamos que comer algo para no desfallecer elegimos platos fríos, más baratos y acordes a la temperatura madrileña. Por lo que veis en la foto de arriba (un cuenco de gazpacho, dos cuencos de ensalada fría de patatas, cebolla y bacon - a la mía le añadieron, tras insistir un poco, mitad de tabulé de verduras que tenía el mismo precio - una chapata pequeña y un botellín de agua de 50 cl.) nos cobraron 17,45 €. No parecería tan caro si la comida estuviera buena, pero la ensalada no eran más que patatas y el cous-cous estaba totalmente insípido. Todo en general era menos que pasable en cuanto a su calidad y sabor e incluso el pan era malo. Además, nos quedamos con hambre, así que si alguna vez visitáis el museo no os recomiendo en absoluto que comáis allí, si podéis evitarlo.
También echamos un vistazo en las tiendas de El Prado que, como en casi todos los museos del mundo, tienen souvenirs y recuerdos con copias de las obras que exponen a precios desmesurados. Lo único que me llamó realmente la atención (y que estaba dispuesta a pagar) fue un Playmobil del pintor y grabador alemán Alberto Durero, representando su famoso "Autorretrato", que se expone en la galería de pintura alemana del museo. Su precio era de 4 euros, que me pareció incluso razonable dentro del universo de bolígrafos a 3 euros y libretas a 12.
Mi Playmobil de Durero |
Fuente de Neptuno |
** (continuará...)