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lunes, 20 de agosto de 2018

Dublín (IV): Segunda Parte: Guinness Storehouse

Hacia la Guinness Storehouse
La segunda parte de nuestra penúltima jornada en Dublín, continuando con el rollito espiritual, estaba destinada a visitar la Guinness Storehouse. Aunque sorprenda, es uno de los motivos principales por los que los turistas, sobre todo jóvenes, acuden a esta ciudad, y nosotros estábamos también bastante ilusionados con ello.

Cubas acercándose a la Guinness Storehouse
A medida que nos íbamos acercando a nuestro destino se intuía ya el espíritu Guinness por doquier, en la arquitectura circundante y en los grupos de turistas que, sin duda, se dirigían hacia el mismo lugar. Pero he de decir que personalmente esta peregrinación a la antigua fábrica de Guinness me resultó un poco decepcionante, tanto por el elevado importe de la entrada (20 euros!) como por el escaso interés de la visita, fuera de los datos estrictamente técnicos de la elaboración de la cerveza. Si no eres fan de la marca o experto en cata de cerveza negra, no aconsejaría invertir ese dinero en entrar en la Storehouse.

Quizás hicimos mal en programar esta visita para un sábado, ya que los accesos a las taquillas y la entrada al edificio estaban repletos de gente, posiblemente más llenos que en un día de semana, aunque por lo que pudimos ver se trata de una atracción permanentemente a tope. Tardamos casi media hora en entrar al recinto, adquirir nuestras entradas e iniciar el recorrido por las 5 plantas de la fábrica-museo, lo que fue bastante rápido si tenemos en cuenta que había 4 colas de gente de varias decenas de personas cada una para acceder a las taquillas.

Primer contrato de arrendamiento de la Guinness Storehouse

Una de las primeras atracciones de la Guinness Storehouse es la exposición del primer contrato de arrendamiento de los terrenos de la fábrica St. James Gate Brewery, que Arthur Guinness firmó en 1759 por un tiempo de 9.000 años. Con la ampliación de la cervecería, que hoy ocupa una extensión de unos 200.000 m2, el contrato perdió su vigencia. 

Los secretos de la levadura de cerveza Guinness

Esta primera parte de la visita tiene un interesante museo donde se exhiben las herramientas que se utilizaban para elaborar la cerveza en sus inicios. Se muestran palas y rastrillos que eran usados para maltear la cebada y una antigua caja fuerte donde se guardaba a buen recaudo la levadura exclusiva de Guinness para la elaboración de sus bebidas. 

Se puede ver la historia del fundador de la Guinness y el proceso de elaboración de la cerveza, con la maquinaria original de producción y almacenamiento. También hay una sección dedicada exclusivamente a la tonelería y el envasado de las cervezas, con vídeos informativos. Todo el recorrido discurre por un entramado de tuberías y cubas, ahora en desuso, pero que formaban parte de la estructura original de la primera fábrica Guinness de St. James Gate Brewery.

Barriles
Estructura interior de la antigua fábrica

En todas las plantas hay bares en los que degustar una pinta. En algunos de ellos es posible asistir a sesiones de cata para expertos o para aprender a tirar correctamente una cerveza sin que pierda ninguna de sus condiciones, todo ello ajustado a un horario concreto programado. Nosotros sólo somos consumidores ocasionales de Guinness así que ninguna de estas actividades nos resultó tan interesante como para inscribirnos. También hay espectáculos de música y bailes tradicionales irlandeses (hombres con kilt tocando percusión, para ser más exactos) en algunas de las cafeterías del edificio. A mí, entre mi 1,58 m. de altura y la gran cantidad de público que había en todas partes, me resultó un poco complicado poder ver nada con tranquilidad. 

Uno de los bares para degustar cerveza y ver el espectáculo musical
En la siguiente planta (todo el recorrido se realiza en orden ascendente) hay un curioso museo de piezas publicitarias relacionadas con la marca. Es obvio que para muchos fans de Guinness el tucán o la ostra que silba (The Whistling Oyster) son recordados como iconos de los anuncios de esta cerveza. Sin conocer en profundidad la publicidad de Guinness, se pueden ver objetos interesantes y muy variados como modelos de latas de cerveza, miniaturas de todo lo relacionado con la fábrica, tipos de jarras y muchos más elementos relevantes en la historia audiovisual y mediática de la compañía.

Publicidad y antiguos objetos de Guinness
The Whistling Oyster, un icono de la marca
En el último piso del edificio se accede al Gravity Bar, sin duda el mayor atractivo de la visita para casi todo el mundo. Se trata de un típico recinto acristalado con casi 360 grados de visión exterior abierta. Allí puedes canjear la pinta gratuita incluida en tu entrada (o refresco si no bebes alcohol, cosa rara de encontrar allí, ciertamente) y disfrutar de una vista panorámica de la ciudad. Siempre y cuando consigas acercarte a las cristaleras, claro, porque el local estaba absolutamente repleto.

Tras pedir nuestras cervezas negras y conseguir un huequito en una esquina para sentarnos, intentamos evadirnos un poco del bullicio general del bar y contemplar el skyline de Dublín desde las alturas. El día estaba bastante nuboso, para no variar, pero la vista es bastante bonita desde allí arriba.

Nuestras pintas de Guinness
Vista de Dublín desde el Gravity Bar
He de decir que no podíamos pasar allí una hora (tiempo que hubiera tardado yo en circunstancias normales en terminarme la pinta sin nada sólido de acompañamiento, ni unos míseros cacahuetes), así que el señor de bigote se bebió su cerveza y me ayudó con la mía para evitarme una indisposición. Además, allí arriba se estaban agudizando mis acuciantes síntomas de vértigo y enoclofobia que ya llevaban manifestándose desde hacía rato.

Indicadores de la Guinness Storehouse
En general, para mí resultó ser una visita totalmente prescindible, y eso que la planifiqué con mucha ilusión. Demasiada gente y ruido por todas partes, algo que personalmente no me ayuda nada a disfrutar de una experiencia. Pero insisto, si os gusta la cerveza, en especial la Guinness, y tenéis interés en gastaros un pastón en merchandising súper caro de la marca, ésta es vuestra opción. Al margen de mi opinión personal, entiendo que es un imprescindible dublinés y es justo decir que todo está muy bien organizado para gestionar las hordas de visitantes ávidos de lúpulo, pero mejor ir sabiendo lo que te espera.

Márgenes del río Liffey, que atraviesa Dublín
The Brazen Head, el pub más antiguo de Dublín
Ya en nuestro paseo de regreso por las orillas del Liffey pasamos por delante del pub The Brazen Head, fundado en Dublín en 1198 y que se enorgullece de ser el local más antiguo de Irlanda. También nos acercamos hasta Temple Bar, el barrio más bullicioso de la ciudad en lo que a copas se refiere. A aquellas horas (cuatro de la tarde) estaban comenzando a llegar los dublineses y turistas para iniciar su ronda vespertina de pintas. Nosotros (a petición mía, siendo sincera) buscamos un sitio un poco más tranquilo para degustar un delicioso scone con mantequilla y mermelada y un chocolate caliente, que después de lo regular que me había sentado la apresurada Guinness del Gravity Bar era lo que más me pedía el cuerpo. Sin duda, me hago mayor.

The Temple Bar, Dublín
Pubs en Temple Bar, Dublín

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*** (Continuará...)