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jueves, 10 de agosto de 2006

El almanaque de mi padre

No soy lectora habitual de cómics, pero de vez en cuando me recomiendan alguno o ciertas historias me llaman la atención. No valoro demasiado los dibujos, así que no sabría distinguir entre un buen dibujante de cómic y uno mediocre. Sin embargo, me gustan los argumentos con fuerza, con cierta originalidad y que despierten mi interés por encima de las imágenes que, en la mayoría de las ocasiones, prefiero que apoyen al texto y no a la inversa.

Mi amiga Margu me prestó hace unos días "El almanaque de mi padre", un cómic compuesto por tres libros escrito e ilustrado por el japonés Jiro Taniguchi. Parece ser que Taniguchi es un autor bastante apreciado dentro del mundo del manga, con trabajos muy variados y merecedores de importantes premios en certámenes especializados. "El almanaque de mi padre" es lo único que yo conozco hasta el momento de su obra, y he de decir que me ha resultado bastante agradable leerlo, a pesar del punto de moralina que figura como trasfondo.

El tebeo cuenta la vida de Yoichi, haciendo un flash-back a través de su infancia y juventud, desde el presente en el que asiste al entierro de su padre. El pequeño protagonista japonés crece feliz con su familia hasta que una serie de acontecimientos precipita el divorcio de sus padres y el abandono de su madre del hogar. El joven Yoichi culpa a su padre de la situación, sin ser consciente de la cantidad de factores que influyeron en el deterioro y la posterior ruptura de ese matrimonio. Años después, habiendo abandonado el pueblo durante años para comenzar una nueva vida y formar su propia familia en la capital, Tokio, regresa con los suyos para enterrar a su padre que acaba de morir. Allí, por boca de familiares y amigos, descubre el verdadero carácter de su padre y todo lo que rodeó a aquella época de infelicidad marcada por el resentimiento hacia su progenitor.

La historia te hace reflexionar sobre algo que está tan de actualidad hoy como hace 50 años: te vas alejando de tu familia buscando nuevos horizontes y nuevas formas de enfocar tu vida y tu futuro, intentando ver en una nueva ciudad las cosas buenas que no ves en la tuya, y poco a poco los vínculos se van debilitando hasta hacerse casi imperceptibles. Hasta que algo, un suceso, un cambio, una noticia, hace que la nostalgia se apodere de ti y desees con más fuerza que antes volver a tu antiguo mundo, pedir perdón a las personas que allí estaban por haberte ido y sentirte por fin en casa.

Es curioso todo lo que puede aportar una historia que sólo reivindica el sentimiento de tener un pueblo, un origen, unas raíces. Es increíble cómo se puede interpretar la misma historia a miles de kilómetros de unas raíces de las que nunca se fue abanderado. Y me gustaría añadir aquí una frase que uso bastante últimamente y que me aplico desde la primera letra hasta la última: nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Por cierto, en "El almanaque de mi padre" se cuenta cómo un terrible incendio asola casi toda la ciudad de Tottori, donde viven los protagonistas, y cómo a partir de ahí todo cambia. No puedo evitar pensar en el fuego que se está comiendo mi tierra, Galicia, y espero que esas llamas permanezcan en la conciencia de los culpables.

1 comentario:

  1. non o lin. pero pasa a ser anotado:) bicos, raíña!

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