Gattaca

A pesar de que “Gattaca” se realizó en 1997, nunca hasta ahora había conseguido verla por una u otra razón. Mucha gente, entre ellos GeekDraz, me había hablado bien de la cinta y me alegro de poder corroborar sus opiniones: me parece una película inteligente y acertada, bajo el subtítulo "en el espíritu humano no existen genes", que enfoca el tema de la manipulación y selección genética desde un punto de vista que invita a la reflexión (spoilers!).

Los dos protagonistas masculinos de la película, Ethan Hawke y Jude Law, se complementan el uno al otro para dar lugar al hombre perfecto. Ambos interpretan a Jerome Morrow, Law con los genes correctos pero postrado en una silla de ruedas debido a un accidente y Hawke con la fuerza y el deseo de cumplir su sueño de ser piloto espacial pero sin los requisitos genéticos idóneos para el puesto. Una telaraña de engaños y tretas hará que ese ser considerado inferior se acerque cada vez más a su destino.

La historia resulta un tanto secundaria, pasando a un primer plano las posibilidades genéticas del ser humano en un futuro cercano. La elección de las características físicas de los bebés y la eliminación de sus genes de los riesgos de enfermedades o malformaciones suponen una realidad en la película que en muchos aspectos chocaría con la moral vigente en nuestros días. Pero el problema no está tanto en la selección natural, que aquí se realiza de forma artificial, sino en la discriminación a la que someten a los denominados “hijos de Dios”, niños que se han gestado sin ningún tipo de mejora genética. Estos niños padecerán pequeños defectos como miopía, dolencias cardíacas o alergias que son impensables en los seres perfectos desarrollados por la técnica y que los alejarán de las altas esferas de la sociedad.

Aparece también en la cinta la enigmática Uma Thurman, que por entonces iniciaba su relación sentimental con Ethan Hawke, interpretando a una joven casi perfecta genéticamente pero con un imperdonable riesgo de corazón que la limitará de por vida. Ella se debatirá entre su deber en la empresa de vuelos espaciales donde trabaja con el falso Morrow y el incipiente amor que se está despertando entre ambos. Al final, lo que se comprueba es que los fuertes apoyan siempre al débil y unos y otros ven reflejadas en la hazaña de Jerome Morrow sus propias frustraciones, sus pérdidas y sus deseos irrealizables a pesar de la perfección genética. Si ellos no lo conseguirán al menos que alguien lo alcance.

En general la película ofrece una visión no tan irreal de lo que puede ser la genética en un futuro y quizás aporte ya unas cuantas discusiones para evitar que caigamos en los mismos errores que se han repetido siglo tras siglo con los colectivos menores. Aunque desde mi punto de vista no creo que ningún padre permitiera que su hijo creciera con una malformación o una enfermedad incurable si pudiera evitarlo desde la concepción. El planteamiento no resulta en absoluto aberrante.

Andrew Niccol, que se estrenó en la dirección y el guión con “Gattaca”, demuestra unas dotes más que correctas para ambos menesteres, reafirmando su validez como guionista al año siguiente en “El show de Truman”.