Hace un par de años comenzó a sonar fuerte en el mundo del tenis el nombre de Rafael Nadal. Nacido en Manacor (Mallorca) en 1986, llegaba para mejorar la nueva generación del tenis español, que ya en los años anteriores había aumentado su prestigio con Carlos Moyà y Juan Carlos Ferrero.
A mí siempre me ha gustado el tenis pero últimamente había perdido la pista a la armada española porque sucumbían sin remedio ante la potencia y velocidad de los nuevos valores sobre todo de Estados Unidos y Europa del este. Su juego no podía competir con el tono imperante de los ganadores y no despertaba el interés del público.
Sin embargo, Nadal contaba con una preparación física y mental alejada del tradicional entrenamiento en tierra batida, que desde siempre había relegado a los tenistas españoles a aspirar al único Grand Slam de Roland Garros. El joven mallorquín mostraba un saque rápido y preciso, un revés potente y una derecha (zurda en su caso) certera, unas características físicas inmejorables y un saber estar sobre la pista envidiable.
Pero su mayor baza provenía del órgano más usado en cualquier deporte de competición: el cerebro. Con una mentalidad ganadora y una recuperación admirable ante la adversidad, Rafa Nadal ascendió puestos en la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) rápidamente hasta alcanzar el actual número 2 del mundo, sólo por detrás del inalcanzable Roger Federer. Posiblemente estaríamos hablando de un número 1 absoluto e indiscutible si no coexistiera en el tiempo con el tenista suizo, difícil de batir y con una hegemonía total en casi todos los aspectos del tenis.
El español, entrenado por su tío Toni, debutó en 2003 en el circuito profesional y hasta el momento tiene en su haber 22 títulos individuales, entre ellos dos Roland Garros, y tres en dobles, además de mantener también el récord de victorias consecutivas en tierra batida con un total de 62. A pesar de que la tierra batida es su mejor superficie, ha demostrado sentirse sobradamente cómodo en hierba y en suelo artificial, por lo que se le puede considerar posiblemente el jugador más completo de la historia del tenis español.
Ver un partido suyo supone una emoción desbordante. Nadal Despliega un juego inteligente y potente al mismo tiempo, muy variado y alcanzando la perfección técnica en la mayoría de sus golpes. Además, ha demostrado una habilidad única para enfocar los encuentros de la manera más positiva posible aún con el marcador en contra, siendo precisamente su capacidad mental uno de sus puntos fuertes en la pista.
Para los que opinen que el tenis es aburrido les recomiendo que vean un partido entre Nadal y Federer, por ejemplo, y que descubran al mismo tiempo la elegancia, el estilo, la técnica y la potencia en el tenis.
Yo no soy muy aficionada al tenis, pero de vez en cuando he visto algún partido en la televisión y es muy emocionante (aunque no tenga idea de la trayectoria de los que juegan o cómo va el torneo). Intentaré ver un partido de Nadal y seguirlo más de cerca.
ResponderEliminarSeguro que te gusta ver jugar a Nadal, Meli, porque tiene un estilo rápido y variado, con golpes increíbles y es muy expresivo en la pista. Es difícil que un partido suyo aburra, y eso en el mundo del tenis es mucho :)
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, me encantan los duelos entre federer y nadal, y aunque creo que Nadal es un ejemplo de entrega, potencia y constancia creo que la tecnica y la clase de Roger Federer son insuperables (excepto en tierra batida).
ResponderEliminarAndrew, está claro que hoy por hoy Roger Federer es el indiscutible número 1. A mí me gusta más el estilo de Nadal quizás por su fuerza, porque Federer es bastante inexpresivo en la pista. De todos modos, ahora mismo Federer es sin duda el mejor del mundo a un poco de distancia de Nadal y un abismo del resto de tenistas.
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