No soy muy amiga de los cuentos, salvo los clásicos de siempre (y los de "Lo que ahorro en psicoanálisis", por supuesto). Prefiero las novelas realistas, crudas incluso, que me toquen la fibra sensible y me transmitan sentimientos extremos, sean del tipo que sea. Si leo un cuento necesito que me convenza, que me lo crea, que me parezca maravilloso, puesto que el género de fantasía no se encuentra tampoco entre mis favoritos.
Y “Caperucita en Manhattan”, de Carmen Martín Gaite, es un cuento moderno con pocos elementos para cautivarme.
La culpa de esta elección la tiene la distribución de fondos de la Biblioteca Pública Municipal situada en el TEA, puesto que esta novela no se encuentra en la sección de literatura infantil y juvenil, sino en la de adultos. Posiblemente, de haber sabido lo que iba a leer, mi percepción habría sido diferente. O no, pero me parece que deberían atender más a esos criterios a la hora de colocar las obras en una biblioteca.
Hecha la queja, he de decir que la prestigiosa autora Carmen Martín Gaite escribió este cuento en 1990, influenciada por sus numerosos viajes y estancias en Nueva York. La trama no tiene demasiados spoilers, pero aviso por si acaso: Sara Allen es una niña de 10 años que vive con sus padres en Brooklyn y añora poder pasear sola algún día por la enigmática isla de Manhattan. Hasta allí acude cada sábado con su madre para visitar a su abuela, una antigua cantante venida a menos que gasta sus días abrazada al alcohol y los recuerdos de un pasado mejor.
Despierta y locuaz, Sara aprovecha una noche un descuido para cumplir su sueño y, provista de un plano largamente estudiado, se lanza a la fría noche neoyorkina. En su camino se encuentra con una indigente que se hace llamar Miss Lunatic y se descubre como encarnación viva de la mismísima Estatua de la Libertad. Su inocencia hará que la anciana confíe a Sara todos sus secretos.
En la trama paralela, Mister Woolf es un millonario dueño de un emporio de la repostería que camina por la vida frustrado por no poder ofrecer a sus clientes la tarta de fresa perfecta. Casualmente, la noche que se encuentra con Sara, ésta porta una cesta con la tarta de fresa que su madre ha elaborado para su abuela, tarta que el empresario prueba y ante la que se queda extasiado por su perfección. Para colmo de casualidades, el viejo ha sido siempre admirador de la abuela de Sara, cuando todavía era una estrella del espectáculo (ya no hay más spoilers).
Como dije al principio, no soy amiga de los cuentos y éste tampoco me ha transmitido nada diferente. Se lee bien, tiene su parte entretenida pero me quedo igual después de haberlo leído, algo que yo creo que no es demasiado bueno para ninguna obra. No me sorprendió nada, está escrito de un modo bastante lineal y realmente me costó meterme en la historia. A ver si voy a tener que volver a Murakami para encontrar algo que me guste! :D
Muchas gracias, guapa!!!
ResponderEliminarFavor que usted me hace.
Pues yo este libro no me lo he leído, pero tenía la extraña idea de que era muy profundo, y con mucha sustancia debajo de ese título.
Quizá porque en mi biblioteca también lo he visto en "adultos" y por cierto, bien destacado.
Pero por lo que cuentas... ummm.
Curioso, porque a mi fue un libro que me gusto.
ResponderEliminarPor otro lado, de la misma colección está el libro de "Los perros de la Morrigan", que más que un cuento es una novela de fantasía infantil, también encantadora. :-D
Lo leí hace años y tambien me dejó algo frío.
ResponderEliminarSaludos
Loquemeahorro, no, si profundo se supone que es, pero a mí no me llegó nada de eso. Pero a lo mejor a ti te dice algo más, esto de los gustos ya se sabe, es como los colores :D
ResponderEliminarKano, yo creo que el principal error fue que yo no esperaba encontrarme con un cuento infantil, sino con una novela adulta. Si supiera a qué estilo me enfrentaba igual no me descolocaba tanto, no sé.
Joselop44, ésa fue la sensación, como que no me transmitía nada de lo que se suponía que tenía que transmitirme. Una obra, para mi gusto, un poco pretenciosa en ese sentido, quizás.
saluditos!