Reaching out for love, by kjherstin (DeviantArt) |
Hace unas semanas escribí un post sobre la importancia de la salud mental. He reflexionado bastante sobre ese asunto en estos últimos meses, no tanto por la situación creada por el Covid19 sino por muchos otros temas personales que me han afectado a lo largo de mi vida. Hoy me gustaría compartir con vosotros algunas de esas reflexiones.
Llevo en terapia casi dos años y es lo mejor que he hecho en mi vida. En mi caso no es nada grave, pero llegó un momento en el que ya me costaba manejar determinadas situaciones que se estaban dando en mi entorno familiar y, sobre todo, laboral. Como mi problema no tenía nada que ver con las limitaciones de la pandemia, a mí el confinamiento me ayudó muchísimo a sobrellevar otras cuestiones. Soy una muchacha introvertida que suele disfrutar de la soledad y los pequeños círculos, qué le vamos a hacer, así que para mí el hecho de socializar menos y no ver a gente diariamente fue como una bocanada de aire fresco en el enrarecido ambiente en el que me desenvolvía. A pesar de haberlo vivido así, puedo entender perfectamente que para muchas otras personas el confinamiento o las restricciones de contacto fueran todo lo contrario y supusieran un verdadero sufrimiento.
El incremento de los problemas mentales o, simplemente el desasosiego asociado a una situación desconocida y no deseada, como fue todo lo derivado de la pandemia de Covid19, ha provocado en los últimos meses el auge de la preocupación por el equilibrio y la salud emocional. Los humanos no estamos programados para continuar sin más cuando algo nos bloquea, por lo que debemos readaptarnos, recalibrar nuestras capacidades y reacciones. Como no todos disponemos de las mismas herramientas se hace inevitable que muchos necesitemos ayuda para realizar algunos de esos ajustes personales. La catástrofe que está ocasionando el volcán en la isla de La Palma es otro ejemplo de la necesidad de esta ayuda psicológica, puesto que las personas que están perdiendo su vivienda y sus recuerdos van a precisar de mucho apoyo para recuperar la normalidad en sus vidas.
Algunas personas cercanas han sufrido a lo largo de su vida momentos complicados: depresión, ansiedad, TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria), TEA (Trastornos del Espectro Autista), estrés, etc. Yo también he tenido mis achaques emocionales y no es la primera vez que busco ayuda psicológica para solucionar algún conflicto interno. Hace años una depresión leve que no se trató adecuadamente desembocó en problemas de ansiedad social y múltiples TOCs, con los que he convivido durante mucho tiempo. En los últimos años también he vivido muchas situaciones estresantes relacionadas con el entorno laboral. Esto me ha causado más de un disgusto, pero he conseguido sobrellevarlo gracias en parte a mi resiliencia, esa palabra que está tan de moda ahora mismo, pero sobre todo gracias a mi psicóloga, que me ayudó a tomar distancia y a manejarme en situaciones de continua tensión que no podía evitar.
Lamentablemente, la precariedad laboral y las malas condiciones económicas van inexorablemente ligadas a muchos de los problemas que tenemos hoy los (no tan) jóvenes para gestionar nuestra existencia. Abandonar un trabajo fijo que te produce un terrible daño psíquico sin tener otra opción laboral es una decisión que a veces es imposible de tomar haciendo números y mirando hacia las obligaciones de gasto mensual, por lo que tendemos a aguantar hasta cotas casi insostenibles para nuestra salud mental.
Los Colores Olvidados |
A pesar de tener una sanidad pública excepcional, nuestro sistema sanitario adolece de falta de personal y recursos. Los profesionales hacen todo lo posible por mejorar la vida de sus pacientes, pero una terapia de 30-40 minutos cada mes y medio o dos meses es a todas luces insuficiente para tratar a una persona desorientada y confusa que no puede manejar la situación que le causa angustia o sufrimiento. Algunos de ellos ni siquiera son conscientes de lo mucho que les está afectando lo que les ocurre, por lo que requieren más atención si cabe y no es posible obtenerla con esa estructura de atención sanitaria que en muchas comunidades están abandonando a su suerte al mismo tiempo que se fomenta la asistencia privada. La medicación sin un apoyo terapéutico puede funcionar pero la mayoría de casos necesitarán también terapia para salir de su bucle de dificultades. Una consulta psicológica privada oscila entre los 40-80 euros por sesión y, dependiendo de la gravedad de cada caso, se puede necesitar una periodicidad quincenal o incluso semanal. No todos los presupuestos familiares pueden hacer frente a estos gastos extra y la brecha social se hace inevitablemente más patente.
Aunque en mi caso concreto no ha sido nunca necesaria una valoración psiquiátrica, en otros casos que conozco sí ha sido imprescindible un seguimiento médico de dolencias más graves. No debe ser ningún estigma ni vergüenza tener que medicarnos para controlar determinados síntomas, igual que no lo es ponernos una escayola en un miembro con un hueso roto o tomarnos un ibuprofeno si nos duele la cabeza. Eso sí, que España esté en el top ten mundial de consumo de antidepresivos y ansiolíticos quizás nos indica que hay un problema social de base al que no se está atendiendo adecuadamente.
Por desgracia, la salud mental continúa siendo un tabú en muchos ámbitos. Una baja laboral por depresión no se valora igual que otra por un golpe físico, por ejemplo. Las heridas mentales no se ven la mayoría de las veces a simple vista y, como todos sabemos desde siempre, lo que no se ve, no existe. En otras ocasiones, no es viable tomarse ese tiempo de baja para recuperarse, bien debido a motivos económicos o a presiones laborales.
Dicho todo esto, desde este humilde espacio sólo quiero seguir visibilizando lo que no se ve, porque muchas de esas dolencias invisibles pueden ser plenamente recuperables sólo dedicando un poquito más de atención y esfuerzo desde las instituciones, identificando qué las provoca, diagnosticando de forma precoz, modificando entornos y corrigiendo conductas. Luego podemos seguir hablando de recursos económicos, absolutamente imprescindibles para ofrecer una correcta atención, y de contextos sociales, porque definitivamente no todos tenemos las mismas oportunidades en la vida. Aun así, en algunas ocasiones la empatía, la comprensión y la solidaridad pueden hacer mucho más de lo que imaginamos para dar la vuelta a una situación negativa.
No soy psicóloga ni sanitaria y quiero dejar claro que aquí sólo hablo de mis experiencias personales y de lo que me afecta. No tengo ni idea de por qué funcionan algunas estrategias y otras no o por qué funcionan en unas personas y no en otras, pero lo que sí sé es que a todos nos paraliza el miedo en algún momento. A veces podremos salir adelante casi sin despeinarnos, elegir el camino que más nos convenga y ejecutar las tareas obvias para mejorar nuestra situación, pero otras veces no lo tendremos tan claro y se nos hará un mundo tomar una sola decisión. Si notamos que no nos sentimos bien pero no somos capaces de dar el paso para sentirnos mejor, quizás sólo necesitemos la fuerza suficiente para pedir ayuda profesional. Aprendamos a cuidarnos, a invertir en nosotros mismos y a querernos más, porque merece mucho la pena sentir que todo encaja.
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