El aroma que dejan estas galletas al hornearse es
indescriptible. Aunque la base de la receta es bastante clásica, se ve que los
ingredientes le dan un toque diferente y el resultado es espectacular. Quedan
consistentes pero no crujientes, esponjositas e ideales para mojar en té o
café.
Mis ingredientes fueron: 1 huevo L (grande), 100 gramos de harina de
trigo normal, 50 gramos
de copos de avena, 2 cucharadas de harina de maíz integral, 40 gramos de fructosa (se
puede sustituir sin problema por azúcar, añadiendo 20 gramos más), medio
vaso de leche desnatada, 1 chorro de aceite de girasol, la ralladura de un limón,
2 cucharaditas de levadura de repostería, 2 cucharadas de jengibre molido y una
cucharada de anís en grano.
En un bol se bate el huevo, añadiendo
posteriormente la fructosa, la leche y el aceite. Luego se incorpora la
ralladura de limón. Aparte se mezclan las harinas con la levadura, los copos de
avena y el jengibre, poniendo finalmente el anís. Se va añadiendo esa mezcla a
los líquidos, removiendo hasta formar una pasta de consistencia media. No
quedará una plancha de galletas para poder cortar ni una masa líquida como la
de un bizcocho.
Sobre una bandeja de horno o papel adaptado se
irán distribuyendo cucharadas de la masa, separándolas teniendo en cuenta que
se expandirán un par de centímetros. Se introducen en el horno precalentado, a
altura media y a una temperatura de 180º durante unos 15 minutos o hasta que
estén doradas. Esto siempre dependerá del tipo de horno.
Las cantidades de esta receta dan para
aproximadamente 25-30 galletas. Son facilísimas de preparar y están riquísimas,
no dejéis de probarlas aunque, para variar, mis fotos tomadas a correr con el móvil no
les hagan justicia!