Desde hace algún tiempo ronda por mi cabeza una reflexión que me gustaría compartir con vosotros. Una definición estándar nos diría que el ÉXITO es el "resultado, en especial feliz, de una empresa o acción emprendida, o de un suceso". Según esta descripción, cualquier cosa que llevemos a buen término en nuestras vidas podría considerarse un éxito. Sin embargo, cuando la mayoría de nosotros pensamos en tener éxito no se nos pasa por la cabeza que habernos acordado de todo lo que teníamos que comprar en el supermercado sea un logro o que irse a tomar cañas con unos amigos sea un éxito de ninguna clase.
Ahí es cuando entra en juego otra palabra súper importante y que, por pura casualidad, también contiene una X: CONTEXTO. Para alguien con problemas de memoria acordarse de todo lo que tenía que comprar es todo un éxito, al igual que salir a tomar algo para alguien con un trastorno social, por ejemplo. Etimológicamente la
palabra latina "exitus" significa "salida" y en el ámbito sanitario
supone, de forma más específica, una "salida de la vida", o sea, una
muerte. Ahí el contexto cobra fuerza a la hora de especificar mucho si una operación ha resultado un éxito o un exitus.
Pero dejando humor negro y posibilidades del lenguaje aparte, cuando ahondamos un poco más en el asunto vemos que el concepto de éxito está estrechamente relacionado con, oh qué avatar del destino, otra palabra que contiene X: EXPECTATIVAS. Comparamos los resultados de nuestras tareas con las expectativas que teníamos antes de iniciarlas, por lo que el éxito sólo se produce si se cumplen esos objetivos marcados previamente.
De esa premisa deducimos que el éxito de una tarea nunca significará lo mismo para dos personas con diferentes expectativas. Pongamos otro ejemplo sencillo: para un músico aficionado puede suponer un éxito publicar un disco, sin más, mientras que para otro artista sacar un disco sin conseguir un número mínimo de oyentes o de ventas no sólo no supondrá un éxito sino que podrá considerarlo incluso un fracaso. De igual forma, un deportista de élite aspirará a quedar entre los primeros puestos de una maratón mientras que un corredor amateur se puede conformar con terminar la carrera sin quedar el último. E incluso habrá alguno que considere que terminar el último es un éxito por el simple hecho de haber completado la prueba. ¿Cuál de todos esos éxitos es mejor? ¿Hay éxitos mejores que otros? ¿Es más válido tu éxito que el mío?
Durante años hemos oído que el conformismo es malo, que hay que aspirar siempre a más y que tener pocas ambiciones te convierte en un mediocre. Bien, lillusianos, sin ningún tipo de base científica ni nada que avale esta afirmación más que mi propia experiencia he de decir con rotundidad que esa idea quizás sea válida para determinados caracteres pero puede llegar a causar miedo, ansiedad y mucha inseguridad en otras personas y no deberíamos generalizar al respecto.
Cada uno de nosotros tiene una visión diferente del éxito muy similar al umbral del dolor, personal, difícil de explicar y poco medible en términos generales, de igual modo que nuestro nivel de expectativas varía y difiere notablemente del de nuestros semejantes en las mismas situaciones y condiciones. No todos necesitamos lo mismo, ni tenemos las mismas capacidades, ni nos contentamos con lo mismo; es obvio y sobran los ejemplos. No hay más que recordar la frase de Albert Einstein: «Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil».
Sí, ¿verdad que se os vienen a la cabeza personas increíblemente creativas que nunca han tenido éxito y personas con una inteligencia limitada que son muy exitosas? ¿Qué estamos midiendo exactamente como éxito? ¿El dinero de nuestras cuentas bancarias? ¿La fama? ¿El número de likes en una red social? ¿Haber alcanzado un puesto de responsabilidad en una compañía? ¿Crear una empresa? ¿Tener muchos amigos? Estamos midiendo todos los tipos de éxito por nuestro propio contexto y nuestras expectativas, ahí está el error.
Todo esto nos hace pensar que no necesariamente tiene más éxito el que más arriba llega en un determinado camino pero, obviamente, si tus expectativas eran llegar hasta ahí arriba y lo has logrado, considerarás que has tenido éxito. Si aún encima tu éxito encaja con los parámetros de los que te rodean, habrás dado en el clavo para sentirte plenamente satisfecho con lo que has conseguido. Enlazamos aquí con el sentimiento de felicidad y satisfacción personal, entrando ahora sí ya en un terreno totalmente subjetivo. ¿Somos más felices porque tenemos éxito o tenemos éxito porque somos más felices?
No nos vamos a engañar ahora: los "ricos y famosos" son nuestro paradigma de haber alcanzado el punto más álgido en la pirámide del éxito. Durante muchas décadas el triunfo y el prestigio vestían de forma impecable, llevaban un malentín con documentos, tenían una cartera llena de dinero, un buen coche, una casa lujosa, una familia envidiable y unas relaciones sociales de alto nivel. Sin embargo, con el paso de los años este paradigma ha ido cambiado y se ha demostrado que el éxito económico, social o laboral no necesariamente garantiza la felicidad. Es cierto que el dinero ayuda a cumplir sueños y objetivos, pero tener dinero no supone un éxito per se. Creo que siempre acabaríamos llegando a la conclusión de que el único éxito realmente válido es el personal, el que nos
hace sentirnos felices, sanos, tranquilos, útiles, seguros, satisfechos de nuestros pequeños logros. En paz con nosotros mismos.
Es posible que todos nazcamos con el nivel de opciones al máximo y que, a medida que cumplimos años o etapas vitales, nos vayamos dando cuenta de que algunas de esas opciones no están a nuestro alcance y rebajemos nuestras expectativas al respecto. Supongo que será nuestra capacidad de adaptación y de resiliencia la que consigue que, aún así, no decaigamos en el empeño por alcanzar nuestros objetivos. La frustración es un sentimiento a veces inevitable pero podemos minimizarlo si conseguimos que nuestras expectativas se ajusten más a la realidad del contexto en que vivimos o en el que desarrollamos nuestras tareas.
Esto no significa que debamos dejar de mejorar nuestras capacidades o de marcarnos nuevos retos, en absoluto. El ser humano está programado para seguir avanzando incluso ante la adversidad, sólo realizando unos pequeños ajustes al firmware. Pero donde Mr. Wonderful diría que todo es posible, que somos capaces de hacer todo lo que nos propongamos en la vida, Lillu tiene una visión un poco más pragmática que consiste en poner el foco precisamente en los propósitos: querer no siempre es poder, pero sí lo será si nos proponemos cosas alcanzables de forma objetiva, más ajustadas a nuestras expectativas de vida. Tú puedes llamarle conformismo, pero yo le llamo éxito.
«Lillu, estás matando nuestras ilusiones con este post». Pues nada, comenta por aquí si tu concepto del éxito es diferente, que está claro que no todos podemos ser introvertidos con ansiedad social y debilidad por los amaneceres (si no sabes de lo que hablo revisa mi Instagram). Ah, y cuéntanos de paso si has conseguido ya todo lo que te anotaste en esa lista de propósitos de Año Nuevo para 2022 porque te quedan poquitos días para completarla ;)
*** Las viñetas que ilustran este post son de Dinos and Comics.
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