No esperaba gran cosa de otra película de Nicolas Cage, que últimamente se dedicada a elegir sus papeles cinematográficos con bastante poco gusto y menos acierto. Sin embargo, un amigo nos recomendó “El señor de la guerra” y he de reconocer que tras el recelo inicial me encontré con una película francamente original y cargada de humor negro. (Spoilers!).
“El señor de la guerra” (2005) narra la historia de Yuri Orlov (Nicolas Cage), un traficante de armas ruso que se dedica a eso por sus grandes dotes comerciales de igual modo que se podría dedicar a vender coches. Hace tiempo que abandonó sus escrúpulos y decidió que si él no marcaba las reglas otro lo haría. Contada en primera persona durante casi todo el metraje, Orlov se nos muestra como un frío ejecutivo que sin embargo cierra los ojos a todo lo que viene después de cada venta. No quiere saber ni ver para qué sirven sus armas pero tampoco está dispuesto a dejar de venderlas.
En contra de lo que pudiera parecer, la actitud de Orlov no despierta tanto odio como la de otros personajes en la cinta. Los dictadores de decenas de pequeños países y comunidades en continuo conflicto recurren a él para abastecerse de material militar y gracias a ello el traficante mantiene un alto nivel de vida y obtiene casi todo lo que se propone. Su parte humana se atisba al mantener a su familia al margen de este sucio trabajo, sobre el que su mujer no hace preguntas convirtiéndose en cómplice indirecta de una situación de difícil vuelta atrás. La narración tiene cierta parte de documental, basada en hechos reales y acercándose a las miserias de los conflictos bélicos que asolan gran parte de nuestro planeta.
Hay que tener en cuenta también que en los ochenta la presencia de armas en la vida cotidiana era mucho más normal que en la actualidad, con el telón de fondo de la Guerra Fría y el ensalzamiento de lo militar como algo excitante y motivo de orgullo, espíritu que en las siguientes décadas se ha ido perdiendo hasta prácticamente desaparecer. Hoy en día los soldados de la mayoría de los países se dedican estrictamente a labores humanitarias, dejando a un lado el caso de Estados Unidos, aunque su ejército tampoco pasa por su mejor momento tras los escándalos de Irak.
Como en toda película de buenos y malos, aquí también hay un bueno muy recto, encarnado por Ethan Hawke en un intenso papel secundario, en esta ocasión menos molesto que en otras, y que es un agente de la Interpol listo que le pisa los talones continuamente a Orlov. Su enfrentamiento planea durante todo el film hasta el momento final en el que por fin existen pruebas de culpabilidad para el ruso y un pelín de moraleja se deja caer por la cinta demostrando que “a todo cerdo le llega su San Martín”. Pero no, no vencerá en ningún caso la legalidad en un negocio en el que los mayores clientes son los gobiernos de algunos de los países más poderosos del mundo. El castigo del traficante llega por otro lado, cuando su hermano (Jared Leto), al que él ha metido en el asunto, muere intentando defender la vida de inocentes que esas armas llevan sesgando desde que son armas y su familia le abandona al descubrir sus chanchullos. No hay peor castigo que el sentimiento de culpa, en este caso aplicado al 100%, aunque la vida siga su curso y el mundo nunca deje de girar.
El montaje de la cinta resulta muy acertado y ágil, conjugando las distintas velocidades de cámara con una música y una fotografía perfectas para cada escena. Es una película dura pero al mismo tiempo divertida, que hay que ver con cierta distancia si se la quiere disfrutar. El mensaje es evidentemente que la gente inocente muere por culpa de las guerras, pero la película obvia acertadamente ese tema para hacer una ficción que va más allá y se acerca a la visión cómica del traficante permanentemente ideando artimañas para burlar la ley, con diálogos plagados de frases lapidarias y declaraciones de principios dudosos.
Su director, Andrew Niccol, ya había mostrado cosas interesantes en su primera película “Gattaca” (1997), así como en la segunda, “S1m0ne” (2002), que fue un fiasco económico pero trataba el original tema de la creación digital y la realidad virtual. Acostumbra a escribir también las películas que dirige, aunque también ha hecho guiones para otros como es el caso de “El show de Truman” y “La Terminal”. En “El señor de la guerra” demuestra de nuevo las posibilidades de tratar temas poco explotados en el cine y, aunque la película no tuvo demasiado éxito en taquilla y no contó con el beneplácito de la industria estadounidense, la crítica la ha tratado bastante bien. La mayoría de los espectadores se sentirían incómodos al decir que una película sobre el tráfico de armas les parece divertida. Personalmente seguiré pensando siempre que la ficción es ficción y en este caso me encanta el humor ácido de esta cinta y los despropósitos de los protagonistas. Nicolas Cage también eligió bien en este caso y supo dotar de la profundidad necesaria a su personaje, sabia mezcla de media docena de traficantes de armas reales, en continua condena por no salirse del engranaje.
Magazine - Rhythm of cruelty (1979)
Hace 3 horas
A mi tambien me gustó mucho (y eso que nunca me ha gustado el Nicolas)
ResponderEliminarVespinoza, Nicolas Cage tampoco es santo de mi devoción, pero sobre todo porque hace olvidar enseguida una buena interpretación con su siguiente media docena de malas películas. En el caso de "El señor de la guerra" supongo que el sólido guión y las logradas escenas ayudan a que él haga un buen papel también. Como película original donde las haya, es altamente recomendable :)
ResponderEliminarsaluditos