Aunque me ha dado últimamente una especie de obsesión por la literatura japonesa, he descubierto ya que hay de todo y no todo es igual de bueno. Hay una serie de características que comparten esas obras orientales, pero dependiendo de la época y las influencias el resultado cambia radicalmente. Hecha esta primera consideración, la semana pasada cogí en la biblioteca un libro que me llamó la atención por su brevedad, siendo sincera. Se trata de “El cortador de cañas”, de Junichirô Tanizaki.
Esta novela corta fue escrita en 1932 y su comienzo es muy poco prometedor para mi gusto. Las primeras páginas parecen un compendio histórico y geográfico del Japón de principios del s.XX, donde se nombran ciudades, ríos, montañas y se citan continuamente poemas y autores de distintas épocas. La lectura es bastante engorrosa y dificulta encontrar el sentido a la historia. Sin embargo, a partir de la página 35 ó 40, la narración cambia de derrotero y comienza a ser interesante.
*** Spoilers! ***
Nuestro protagonista narra que, durante una noche de luna llena, se detiene a la orilla de un río a contemplar el cielo, mientras espera el ferry para cruzar al otro lado. Allí coincide con un desconocido agazapado entre las cañas de la ribera, que le cuenta una historia vivida por su padre, que éste le contó cuando él aún era un niño. El extraño narra cómo su progenitor, por entonces un apuesto soltero, se había quedado prendado de la belleza de una joven viuda, a la que no le estaba permitido volver a casarse debido a su viudez y a ser madre de un niño pequeño. A pesar del nulo futuro de esa relación, el hombre decide visitar regularmente a la viuda, acompañado de diversos familiares, surgiendo poco a poco entre ellos cierto cariño imposible de cristalizar en matrimonio.
Incapaz de tomar a ninguna otra esposa, decide casarse con la hermana de esa hermosa mujer, quien se ofrece para la unión tras percatarse del amor que el hombre siente por su hermana mayor. La joven acepta sin dudar su papel de esposa aún a sabiendas de que él no la ama a ella, puesto que el amor que ella profesa a su hermana es también superior al que siente por ella misma. Y así transcurren los años.
Pero la gente comienza a murmurar y la Dama Oyû, que así se hace llamar la viuda, se ve obligada a casarse de nuevo con otro hombre tras el trágico fallecimiento de su hijo. En una sociedad donde la pérdida del honor supone la más importante de las desgracias, acallar los rumores que se levantan acerca de la relación con su cuñado termina por primar sobre cualquier otra posibilidad. Muerta definitivamente toda esperanza de continuar viendo a la señorita Oyû, el hombre decide consumar finalmente su matrimonio con la hermana pequeña. De esa relación nacerá el niño que ahora es un hombre maduro y se encuentra contándole al protagonista esta historia al borde de un río, entre las cañas.
*** Fin de Spoilers! ***
Aunque las últimas páginas son realmente bonitas, es una pena que la primera mitad del libro se recree demasiado en datos geográficos y paisajísticos, sin adelantar nada de la historia que acontecerá luego. Además, es que esa parte de la novela no aporta absolutamente nada. El exceso de notas al margen, como ya he comentado en anteriores ocasiones en referencia a otros libros, me disgusta también sobremanera.
Supongo que merece la pena pasarse la primera treintena de páginas sufriendo un poco, para alcanzar después la hermosa historia que cuenta el desconocido, llena de valores tradicionales japoneses y profundos sentimientos. Una pena que no sea una novela “redonda” aunque, por su brevedad, tampoco supone una pérdida de tiempo leerla completa.
Magazine - Rhythm of cruelty (1979)
Hace 2 horas
Querida rata de biblioteca, si ese libro llega a mis manos (y me acuerdo) no dudes que empezaré por la página 35. ;)
ResponderEliminarSólo he leído un libro escrito por un japonés: Lo que queda del día, de Kazuo Ishiguro, aunque poca influencia japonesa le encontré ya que vivió siempre en Inglaterra. Me gustó mucho.
Un saludo
Bonita reseña. A veces pasa eso en los libros, los autrores parecen empeñarse en no hacerlos atractivos hasta que no pasa un tiempo, Enfarragarse en datos históricos y geográficos, no es la mejor manera de atraer la atención del lector.
ResponderEliminarUn abrazo
NO sé no sé. No me arriesgo. Más de una vez me ha pasado pillar un libro sin conocer nada y tener que tragárme un bodrio importante (soy incapaz de dejar un libro a medias)
ResponderEliminarJuanRa, yo también leí hace años "Lo que queda del día". Recuerdo que me gustó, pero ciertamente parecía más una obra británica que japonesa.
ResponderEliminarJoselop44, es cierto, es como si quisieran demostrar sus conocimientos más allá de contar la historia. Quizás fuera algo común en la época del escritor (de principios del siglo pasado).
Sese, yo me arriesgué con éste porque es realmente breve (unas 80 páginas). También me gusta terminar todos los libros que empiezo, normalmente, aunque este año he dejado un par por imposibles :/
saluditos!