miércoles, 21 de noviembre de 2018

Oporto (I)

Destino: Oporto
Creo que por primera vez en mucho tiempo voy a empezar las reseñas de un viaje el mismo año en que realicé ese viaje. No os acostumbréis, porque en Lillusion se sabe cuándo empieza algo pero no cuándo termina.

El caso es que este viaje a Portugal venía marcado por unas circunstancias muy concretas: las bodas de oro de mis padres. Sí, en efecto, 50 años de matrimonio, toda una proeza que mi hermana y yo, vástagos de la referida y extensa unión, quisimos celebrar de una manera especial. La idea era sorprender a mis padres en Oporto, viajando nosotros (mi pareja y yo) desde Tenerife y ellos (mis padres, mi hermana y mi cuñado) desde Galicia, sin que tuvieran conocimiento del encuentro familiar que tendría lugar en tierras portuguesas. Con unas cuantas triquiñuelas y engaños veniales conseguimos que mis padres se subieran a un tren en Vigo con destino luso, con la intención de pasar el fin de semana fuera.


Sorpresa y reencuentro consumados, el señor del bigote y yo teníamos la intención de pasar dos días en Oporto con mi familia y después viajar en tren hasta Lisboa para continuar tres días más por nuestra cuenta. Nuestra odisea comenzó un mes antes intentando encontrar pasajes de avión que nos coincidieran bien por fecha y precio. Viajar desde Canarias a cualquier otro lugar es mucho más complicado que hacerlo hacia las islas. A pesar del descuento de residente, que ahora mismo es de un 75%, los billetes de avión a la península siguen siendo escandalosamente caros, y peor aún si el destino está fuera de España. Además, el tiempo que se invierte en cada desplazamiento es más del doble del que realiza cada peninsular para conectarse con casi cualquier sitio, por lo que configurar un viaje coherente en tiempo y forma, y adaptado al presupuesto disponible, resulta una tarea ardua. 

Amanece en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas
Dicho esto, nuestros vuelos, tanto de ida como de vuelta, tuvieron que ser con transbordo en Madrid y nos costaron en total casi 200 euros por persona. Iberia, a través de su filial de bajo coste Iberia Express, fue la única compañía que nos ofreció horarios adecuados a nuestras necesidades, junto con el trayecto Madrid-Oporto que realizamos con RyanAir. Tras hacer noche en Madrid el viernes en casa de unos amigos, aterrizamos en el Aeropuerto Sá Carneiro de Oporto el sábado por la mañana, con un retraso suficiente para resignar a la compañía RyanAir a que no sonara su típico jingle de puntualidad.

Se esperaba mucho calor para esa semana de septiembre, algo que nos vino bien a la hora de preparar el limitado equipaje de mano con el que viajábamos con ropa más ligera. El traslado del aeropuerto al centro de Oporto lo realizamos en metro, en una línea que conecta directamente ambas zonas. Para ello, tuvimos que comprar una tarjeta física recargable denominada Andante e introducirle el importe para el trayecto de zona 4 donde está enmarcado el aeropuerto, que son 2,40 €. Toda esta gestión se puede hacer sin problema en las máquinas expendedoras que hay en la estación de metro del aeropuerto, donde también hay un puesto de información. 

Río Douro/Duero
Esa misma tarjeta, modificando posteriormente la zona (a zona 2), sirve para efectuar recargas por viaje (1,20 €) y moverse por el centro menos histórico de la ciudad. Y digo el centro menos histórico porque las calles más tradicionales de Porto son calles estrechas, muchas de ellas peatonales, en cuesta o con escaleras, por las que el mejor medio de transporte es simplemente caminar. Aun así, es conveniente disponer de una tarjeta de transporte sobre todo en caso de querer visitar zonas un poco alejadas unas de otras o en caso de que el alojamiento esté en las afueras. Nuestro hotel, el HF Tuela Porto no estaba en el centro pero sí muy bien situado, en el barrio de Boavista, a menos de 10 minutos de una entrada de metro y varias paradas de autobús.

Escadas do Caminho Novo
Igreja de Sâo Francisco
Ese sábado teníamos reserva para comer en un recomendado restaurante cerca del río Douro, el PapaVinhos. Aunque por fuera el local no invita a entrar, tanto la comida como el trato del personal son maravillosos, y el precio increíble para lo que ofrecen. Allí comí mi primer bacalao “á moda da casa” del viaje (frito, con una capa de patatas fritas y cebolla) y un postre de galleta realmente delicioso. Como siempre, no quiero ahondar en los detalles de la comida ya que dedicaré un post completo a las genialidades de la gastronomía portuguesa. 

Sé do Porto (Catedral de Oporto)
Estatua Vímara Peres
Mirador Igreja San Lorenzo dos Grilos
Tras el almuerzo dimos un paseo por la zona antigua de Porto, de regreso al hotel. Eso nos convenció de que caminar está bien pero resulta muy agotador, sobre todo teniendo en cuenta que ya rondábamos los 30 grados y que viajábamos con dos personas de edad elegante que, aunque acostumbrados a la actividad física, encontraron cierta dificultad en sortear tantos adoquines y estrechas callejuelas repletas de escaleras apenas iniciado el fin de semana. 

Bodegas Vilanova de Gaia
Después de un merecido descanso y una ducha reconstituyente, tomamos rumbo hacia la Ribeira para dar una vuelta por allí antes de ir a cenar. Ascendimos hasta el puente de Luis I, con sus dos alturas (una para vehículos y otra para tranvía) desde donde la puesta de sol portuense es espectacular. Desde allí arriba se ve gran parte de la ciudad, que va a caer sobre el Duero. La gran afluencia de gente haciéndose fotos al margen de las barandillas del puente no lo hacen muy agradable para un demofóbico o para alguien con vértigo, y peor aún si el tranvía pasa cada 3 minutos por el centro del puente, con el movimiento, ruido y miedo intrínseco que ello conlleva. Aún así, esa visita es imprescindible y las preciosas fotos compensan el mal rato que pasé.

Anochecer desde Ponte Luiz I
Anochecer desde Ponte Luiz I
Anochecer desde Ponte Luiz I
Tras esa excitante experiencia, nos dirigimos hacia el restaurante donde habíamos reservado para cenar. Es importante destacar que la ciudad estaba a reventar de gente y que muchos de los restaurantes de la zona son pequeños, por lo que siempre es conveniente reservar si apetece probar alguno en concreto y con más razón si se trata de un grupo más o menos grande (nosotros éramos seis). El restaurante el Postigo do Carvao resultó ser otro acierto, un establecimiento típico del puerto, con manteles de cuadros, música en directo y preparado para grupos. La cena transcurrió de forma muy agradable y la comida, una vez más, buenísima. 

Mucha gente en Cais da Ribeira
Porto es un destino turístico en auge en los últimos años. Abundan los apartamentos de alquiler y la oferta hotelera ha crecido mucho lo que, unido a la multitud de restaurantes a precios más que asequibles, han convertido la ciudad en un hervidero de visitantes. Muchos de ellos son españoles que aprovechan el fin de semana para acercarse a la ciudad lusa y disfrutar también de su ambiente nocturno. Personalmente, mi interés cuando viajo suele tener un carácter más diurno y cultural, por lo que casi nunca me inclino por salir de copas o a bares, pero algunos amigos me han contado que ese aspecto de Porto es uno de los que más motiva a visitarlo. 

El barrio de la Ribeira, enfrente de las bodegas de Vilanova de Gaia, es una de las zonas con más vida nocturna. Las escenas del río, con las luces de los locales en los márgenes y el puente Luiz I son otro de los atractivos fotográficos de la ciudad. No tuvimos tiempo para realizar un pequeño crucero por el río Duero, pero es una posibilidad que barajamos para una próxima visita.

Cais da Ribeira

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*** (Continuará...)