viernes, 25 de marzo de 2022

La polilla

Your Light, by ErinM31 en DeviantArt
Hace algo más de un año decidí armarme de valor e ir compartiendo algunos de mis textos, las historias que he ido escribiendo durante los últimos 30 años y que rara vez han visto la luz fuera de mi círculo más cercano. En este enlace, donde publiqué "El macarrón Napoleón", tenéis una breve explicación de por qué me cuesta tanto abrir mi literatura al mundo.

Hoy llega a Lillusion otra de aquellas creaciones guardada durante años en un cajón, un relato intimista de corte lírico marcado por el amor, el dolor, la frustración y el miedo. "La polilla" expresa una dicotomía de sentimientos encontrados entre el querer y el deber, algo que quizás muchos de vosotros hayáis conocido también en algún momento de vuestra vida. Esta historia narra una lucha semántica entre recordar y olvidar y la confirmación de que el resultado de la búsqueda siempre depende de la perspectiva del que busque.

Sin más preámbulo, bienvenidos de nuevo a la mente literaria de Lillu:

 

                  La polilla                   

La lámpara ofrecía una gélida luz blanquecina. Una polilla volaba sin rumbo tras la bombilla, errante como una cometa olvidada. El aire enmohecido apenas se podía respirar. El humo nublaba todo lo que ella había amado alguna vez, todo lo que ella había aferrado entre los dedos y luego había dejado escapar. Su ilusión también volaba, pero muy lejos de sus deseos, muy lejos de su esperanza. Su voz sonaba ronca en susurros, sin llegar a percibirse más que un murmullo apagado.

Él consumía los minutos ante un reloj. Marcando cada minuto con sangre no acertaba a ver más allá del horizonte gris. Gotas de incauto sudor desafiaban el frío. Su puño cerrado golpeó la mesa y el dolor, apenas perceptible, lo llenó de impotencia. Golpeó de nuevo y lloró. 

Ella, acurrucada en un rincón, pretendía olvidar todo aquello de lo que el alma no puede despojarse. Su esfuerzo tensaba los músculos hasta hacerlos casi estallar y la tensión la dejaba exhausta en una olvidada esquina de ninguna parte. Él cerraba los ojos pero la intuía en su mente, desesperada y engañosa, como la primera luz del alba en un día de niebla. Ella quería olvidar; él daba su vida por un recuerdo.

Pasaron las horas lentamente, como si el día fuera eterno y el mundo un pozo de metal sin fondo. Ella no conseguía olvidar y él, por más que lo intentaba, no lograba suscitar ningún delirio pasado en su cansada y desnuda mente. En algún momento, hace más tiempo del que quisiera, había vivido pasiones sin nombre, había sentido el calor de un cuerpo a su lado, sin culpables ni inocentes. Lo sabía, pero no conseguía recordarlo. 

Ella veía tortuosamente en su memoria día tras día, beso tras beso, entrega tras entrega,... Y le dolía el corazón, aquel corazón de cristal que, muy a su pesar, era más fuerte que mil soldados en batalla y se negaba a caer derrotado. Minutos ajenos sentía como suyos. Un sentir robado la deshacía en arena mojada que el mar jamás arrastra consigo hacia el interior. Dejarse llevar era ya una odisea que un muro de deseos prohibidos le impedía plantearse.

De pronto, un recuerdo, ajeno como todos los demás, cruzó su mente y se detuvo en un callejón sin salida. El recuerdo se mantuvo inmóvil, sin querer avanzar en el tiempo. Él relajó sus miembros y, de repente, notó cómo una leve reminiscencia lo envolvía. No se atrevió a moverse por si perdía aquella sensación olvidada. Ella identificó aquel recuerdo y, al mismo tiempo, él lo encontró entre un millón de escombros de pasiones vividas y calcinadas. Por unos segundos se encontraron los dos en un mismo recuerdo, amargo y dulce a la vez, indescifrable y claro. Claro como la luz de la lámpara, como en un cuento de hadas, donde una polilla revoloteaba sin descanso buscando un recuerdo que, por fin, había conseguido olvidar.

(c) By Lillu

domingo, 13 de marzo de 2022

Los viajes de Googliver (2)

Inicio de la Ruta 66 en Chicago, Illinois, EEUU
Queridos lillusianos, bienvenidos a una nueva entrega de Los viajes de Googliver, este desatino de
sección que me da por escribir cuando querría viajar pero no puedo. Desde nuestro último encuentro por las tierras inhóspitas de este planeta (podéis revisar esa entrada aquí), se me han ido ocurriendo ideas, a cada cual más peregrina, para enfocar estos textos. Había pensado en dedicar este segundo post a las carreteras más largas del mundo pero, ahondando un poco en el tema, me pareció poco interesante hacer solamente un listado de tramos con fotos de carreteras interminables. Aun así, en mi búsqueda encontré algunos detalles que me parecieron curiosos, así que voy a compartirlos con vosotros.
 
Abre este post una captura del inicio de la legendaria Ruta 66 estadounidense, una histórica red de carreteras que se originó en Chicago, en el estado de Illinois, allá por 1926, para los emigrantes que huían de las tormentas de polvo que dañaban la agricultura y el comercio. El trazado, de casi 4.000 km., finaliza en Santa Mónica, California, y a mediados del siglo pasado se convirtió también en la principal ruta de veraneantes que viajaban hacia las costas cálidas del oeste de Estados Unidos. Una especie de ruta desde Madrid hacia el Levante español los fines de semana, vamos, pero más larga, sin tablet que darle a los niños y haciendo noche en hostales que allí se llaman moteles.
 
La Ruta 66 a su paso por Tulsa, Oklahoma
La ruta tuvo un gran movimiento durante la época de la Gran Depresión americana y supuso un importante crecimiento económico para los pueblos cercanos a la carretera, pero ya en la segunda mitad del s.XX fue sustituida por una red de autopistas más modernas y eficientes. Actualmente ya no es posible realizar la Ruta 66 completa, aunque su enorme impacto cultural ha propiciado que asociaciones independientes sigan trabajando para mantener vivo su espíritu en muchos de los tramos que permanecen activos. 
 
Cuatro vistas de la Carretera Transamzónica, Brasil
Sin salir del continente viajamos un poco hacia el sur y cambiamos radicalmente de paisaje. La selva del Amazonas, esa burbuja de oxígeno en medio de América, el bosque tropical más grande del mundo, es atravesado por casi 5.000 km. de carretera que apenas se utiliza y que no se sabe muy bien por qué se sigue construyendo. De hecho, en la temporada de lluvias la vía se hace intransitable debido al barro, ya que gran parte de su trazado está sin asfaltar. Su impacto medioambiental es enorme y ha colaborado en gran medida a empeorar la deforestación de la Amazonia. 
 
Trazado Rodovía Transamazônica, Brasil
Proyectada inicialmente para mejorar las comunicaciones del norte de Brasil con el resto del país, la Rodovía Transamazônica atraviesa siete estados y conecta el puerto de Cabedelo con el centro del estado de Amazonas. Sin embargo, tras la inauguración de sus primeros tramos en 1972, el daño causado por las obras y las malas condiciones de trabajo de los operarios en plena selva hicieron que el proyecto apenas avanzara en los últimos años. Mucho mejor para toda la fauna, flora y demás especies que habiten en la zona, claro está, puesto que ya se expolia bastante ese entorno sin necesidad de añadir facilidades de acceso.
 
Carretera Transiberiana, Rusia
Para contrastar con la tediosa Transamazónica brasileña se me ocurrió saltar hasta el otro extremo del mapa, a la gigantesca Carretera Transiberiana rusa. Esta red está formada por siete carreteras federales que aglutinan unos 11.000 km. desde el Mar de Japón hasta el Mar Báltico, atravesando todo el país. El trazado comienza en la provincia de Jabárovsk, y es casi igual de entretenido que el de la Amazonia. He de decir que, en mi empeño por descubrir algún detalle menos monótono del recorrido, me desplacé hacia un lado y otro por las carreteras en el mapa durante un buen rato, hasta que me salí a la P454, a la altura de un lugar llamado Dappy, y allí llegué de forma fortuita a la siguiente escena:
 
Escena rusa, Dappy, Krai de Jabárovsk, Rusia
A ver, Dimitri va con su señora Yuliya en su viejo automóvil de cuando Rusia era todavía una federación de repúblicas soviéticas, por una carretera de 500 km. de trayecto en pleno bosque siberiano, donde apenas te cruzas con algún coche de vez en cuando. Imagina que Dimitri, por un casual, tiene una avería o un pinchazo, puesto que el vehículo ya no da para más (o porque va sin pasar la ITV de este año, que ya se lo decía Yuliya antes de salir de Vladivostok) y hasta se queda sin rueda por el camino, por lo que Dimitri se ve obligado a echarse al borde de la carretera. Y aunque están en plena Siberia y la densidad de población es de apenas 1 persona por km2., pues ahí mismo, a esa altura en medio de la nada, se encuentran a la persona que cubre la densidad poblacional de ese kilómetro, que concretamente es un señor vendiendo cosas en un puestito con una sombrilla de colores. Para hacer más entretenida la espera mientras llega la policía o la grúa charlan con el señor, que niega con la cabeza y exclama en ruso "eso va a ser la junta de la culata". 
 
Voy a compartir con vosotros, aunque sé que no debería, que la otra opción de historia que se me pasó por la cabeza al ver la escena fue la de una persecución policial, más que nada porque en las imágenes hay dos personas vestidas con ropas militares. Que también puede ser el señor de la ventita con los restos de uniformes recogidos del Ejército de Salvación ruso, pero bueno, ahí lo dejo.
 
En definitiva, que yo creo que el coche de Google Street View ha tenido una inmensa suerte captando esta escena para que yo la narre, porque no olvidemos que estamos hablando del país más grande del mundo y que igual los señores de los puestitos están solo en su correspondiente kilómetro de carretera de junio a septiembre, que luego nieva.

El puestito

Por cierto, sentí curiosidad por saber qué vendía el buen hombre del paraguas multicolor, y como mi nivel de ruso es como el nivel medio de los idiomas de la mayoría de los currículums (o sea, bajo tirando a inexistente), recurrí a la herramienta de identificación de Google Lens para buscar imágenes similares. Si entendéis ruso ya lo sabréis, pero si sois profanos en lenguas eslavas os informo que se trata de carne de cerdo. Ya si son patas de cerdos flaquitos o ristras de tripas secadas al aire pues lo dejo a vuestra imaginación, porque yo tampoco indagué más.

Villa O'Higgins, Chile
Continuando con el periplo de carreteras interminables me desplacé de nuevo hacia América del Sur, donde la Carretera Austral cruza Chile de norte a sur bordeando la Patagonia. El recorrido es de unos 1.200 km. y une Puerto Montt con Villa O'Higgins, una pequeña localidad rodeada de parques nacionales y multitud de atractivos naturales. Durante muchos años esa zona del continente sólo era accesible por barco o avión y, de hecho, prolongar la carretera más al sur se hace tremendamente difícil debido a la gran cantidad de glaciares, fiordos y accidentes montañosos del terreno.

Región de Aysén, Chile
Tierra del Fuego, Chile
La región de Aysén es el comienzo de la zona austral chilena y tiene unos contrastes espectaculares, con multitud de lagos, ríos, montañas nevadas y unos paisajes increíbles que el Google Street View ha captado en todo su colorido. En paralelo, parte de la Patagonia pertenece a Argentina, compartiendo con su país vecino multitud de glaciares y paisajes australes. Uno de los más conocidos quizás sea el Glaciar Perito Moreno, una gigantesca masa de hielo con un frente de unos 5 km. de anchura y ubicada en la provincia de Santa Cruz. 
 
Y de repente, el Glaciar Perito Moreno, Santa Cruz, Argentina
Hacia el sur se extiende la denominada Tierra del Fuego, extensión compartida por Chile y Argentina y conformada por multitud de islas que bordean el estrecho de Magallanes. Un entramado de canales marítimos comunica las distintas poblaciones, donde se desarrollan diversos estudios ambientales. El turismo también está creciendo enormemente en esta parte del continente en los últimos años, sobre todo atraído por los glaciares, la pesca deportiva, las rutas de trekking y las distintas actividades extremas realizadas con la sensación de estar en "el fin del mundo", como también se conoce a esta zona. 
 
Ushuaia por parte de Argentina y Puerto Williams de Chile son las dos ciudades más meridionales de este archipiélago. La primera tiene una población superior a las 70.000 personas y supone un enclave estratégico para los cruceros que parten hacia la Antártida y otras embarcaciones de recreo. Personalmente me parece un espacio maravilloso, visualmente lleno de contrastes, con una naturaleza todavía poco manipulada por el hombre y, en definitiva, un destino más que atractivo para visitar al menos una vez en la vida.

Glaciares y Tierra del Fuego, entre Chile y Argentina

Ushuaia, Argentina
Si has viajado por alguna de estas emblemáticas carreteras o si ves alguna inexactitud en el texto no dudes en compartirlo con nosotros.

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