viernes, 10 de mayo de 2019

Lisboa (V): Segunda Parte: Teatro Romano y Museo Arqueológico do Carmo

Ruinas del Teatro Romano de Lisboa
El Teatro Romano, ubicado en pleno centro de la capital, fue descubierto accidentalmente en 1798, cuando se reconstruía la ciudad tras el terremoto de 1755. Un arquitecto italiano intentó por todos los medios conservar aquellas ruinas, pero no pudo evitar que sobre ellas se construyeran nuevas viviendas. Ya en 1964 el Ayuntamiento de Lisboa comenzó los trabajos de recuperación de la zona, comprando todos los edificios adyacentes para demolerlos y permitir la excavación. En los años noventa del siglo pasado se consiguió sacar a la luz gran parte de las gradas del teatro romano, que permanecen abiertas al público para su visita.

Piezas en el Museo del Teatro Romano de Lisboa
En el edificio que está justo enfrente, al cruzar la calle, se ha abierto el Museo de Lisboa dedicado al Teatro Romano, donde se han clasificado y expuesto piezas procedentes de la excavación. También se puede realizar en su interior un recorrido por una parte anexa al Teatro Romano, varios metros por debajo de la superficie, donde se ubica el patio de una vivienda del s.XIX con restos de estructuras arqueológicas muy anteriores. En esta exposición se pueden observar los distintos niveles excavados y el progreso de los trabajos, hallando cada vez objetos más y más antiguos. La visita es gratis con la Lisboa Card y, sobre todo si sois fans de la arqueología, merece bastante la pena. Es un museo pequeñito pero muy interesante y con buen mantenimiento.

Tras otra comida típica portuguesa dimos un paseo por el barrio de Alfama, uno de los más populares y antiguos de Lisboa. Por sus empinadas callejuelas hay multitud de fachadas y edificios con encanto, como la Casa dos Bicos, sede de la Fundación José Saramago, o el Chafariz d'El-Rei, primera fuente pública de Lisboa, que data del S.XIII y abasteció a los navíos durante la época de los descubrimientos. 

Casa dos bicos
Chafariz d'El-Rei
Nuestros pasos nos llevaron también hacia el barrio de Chiado y a hacer unas cuantas paradas en lugares emblemáticos de la ciudad, como el Café A Brasileira. Este local, hoy declarado parte del patrimonio arquitectónico local, fue durante años centro de reunión de intelectuales y artistas portugueses, a los que han querido rendir homenaje colocando una estatua del poeta Fernando Pessoa en la entrada, sentado a una de las típicas mesas del bar. Era un lugar indiscutible para tomar la típica foto de postureo literario ya que, conscientemente al menos, no recuerdo haber leído nunca nada de Pessoa.
Estatua de Pessoa delante del café A Brasileira
Estatua del poeta Antonio Ribeiro en Chiado
Otra parada friki obligada era la Livraría Bertrand, la librería en activo más antigua del mundo (así figura en el Libro Guinness de los Récords). Fue fundada en el año 1732 por una familia francesa y en ella se organizaron durante décadas tertulias literarias. Aunque el local no tiene demasiado encanto, salvo por algunas estanterías antiguas de madera, y hoy por hoy la empresa ya pertenece a un gran grupo editorial, mantiene la buena costumbre de tener una cafetería anexa para poder leer cómodamente mientras te tomas un café. En los locales de Bertrand continúan además organizándose talleres literarios y tertulias, fomentando la interesante y viva cultura portuguesa.

Livraría Bertrand
Y cuando ya creíamos que la jornada tocaba a su fin, apuré un poco al señor de bigote (vale, lo arrastré bajo amenazas incluso...) para llegar a tiempo a las ruinas del Convento do Carmo (o del Carmen), cuya iglesia era la mayor de estilo gótico de la ciudad hasta que quedó completamente destruida por el terremoto de 1755. La iglesia perdió totalmente el tejado, que nunca se restauró, pero mantiene su armazón de altos arcos que se divisan por encima de las casas desde el cercano barrio del Chiado.

Interior Convento do Carmo
Estructura y arcos del Convento do Carmo
Detalle Museo Arqueológico do Carmo
El lugar acoge el Museo Arqueológico do Carmo, con una pequeña pero muy interesante muestra de piezas arqueológicas, entre las que destacan restos del Paleolítico y Neolítico, decoraciones de sarcófagos y otros elementos relacionados con los ritos funerarios. En otra sala también se exponen algunas momias y muchos libros antiguos, perteneciendes a las colecciones de varios arqueólogos famosos en la historia de Portugal. En el interior de las salas estaba prohibido hacer fotos, advertencia que la mayoría de los visitantes ignoraban sin ponerse ni colorados, pero que yo respeté así que prácticamente todas las fotos que tomé pertenecen solo al exterior abierto del convento.


Ya con el sol bajando en el horizonte, repusimos fuerzas justo al lado del Elevador de Santa Justa, en una cafetería que nos cobró un ojo de la cara por una cerveza, pero estábamos ya bastante cansados y necesitábamos esa parada técnica. Subimos hasta la terraza del elevador, incluida en la Lisboa Card, con unas espectaculares vistas de 360º de la ciudad y luego pudimos utilizar el ascensor también para llegar hasta la parte baja del Chiado.

Elevador de Santa Justa, monumento nacional de Lisboa
Elevador de Santa Justa
Las colas seguían siendo importantes para la subida, pero sorprendentemente para bajar sólo esperaba media docena de personas. Si no hubiera estado incluido en la Lisboa Card posiblemente no lo habríamos utilizado, ya que ese trayecto de apenas 45 metros en el ascensor, junto con el acceso a la terraza superior, cuesta más de 5 euros. Las vistas son muy bonitas, ciertamente, pero hay tantos miradores en la ciudad que no creo que compense pagar por este en concreto.

Vistas de Lisboa desde la terraza del Elevador de Santa Justa
Si queréis conocer algunas peculiaridades de la gastronomía portuguesa, curiosidades de la ciudad y otros detalles, no os perdáis el post final de este viaje, que publicaré en breve!

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*** (Continuará...)