martes, 7 de junio de 2022

Hace tiempo que no hablamos de cine

Hace tiempo que no hablamos de cine y eso no quiere decir que no haya visto nada en los últimos meses, aunque ciertamente la cantidad de cine consumido por la que suscribe se ha visto bastante reducida en estos años. Podría parecer que con una pandemia de por medio, algunos meses de inactividad laboral forzosa y acceso a decenas de plataformas online habría un caldo de cultivo ideal para dar rienda suelta a mi cinefilia, pero unas veces por falta de tiempo y otras por falta de ganas, he ido relegando las películas que me llamaban la atención y para muchas de ellas todavía no he encontrado el momento adecuado.

En los últimos tres años no llega al centenar mi número de votaciones en el IMDB, y entre ellas hay muchas series y documentales. Además, las notas con las que valoro son mediocres en general. Voto todo en esa página porque tiendo a olvidar lo que veo, sobre todo lo que no me ha gustado; cuando algún argumento o escena me suena busco la peli en el IMDB y miro si ya la he votado y así evito revisionar alguna cinta horrenda por no recordarla. Aun así, a veces me despisto y veo por segunda vez algo a lo que ya le había puesto un 3 en su primer pase y vivo frustrada durante varios días.

Parte del tiempo que antes dedicaba a ver cine lo empleo ahora más en leer, pero como en esto del ocio suelo ser bastante cíclica en cualquier momento se pueden invertir los términos. La convivencia en pareja añade una dificultad añadida a la elección de contenidos: ya que Exseminarista ye-ye y yo solemos compartir un rato de tranquilidad al final del día, lo ideal es seleccionar algo que satisfaga a ambas partes por igual y muchas veces los dos preferimos leer en ese momento simultáneo de relax.

Por otro lado, el aumento de las series de TV y su disposición en plataformas hace que muchas noches nos decantemos por ver un capítulo de alguna de las series que seguimos en lugar de una película completa mucho más larga. Con respecto a eso, de un tiempo a esta parte parece que las producciones tienen que durar más de 150 minutos para considerarse "buenas", y eso, queridos lillusianos, son más de DOS HORAS Y MEDIA de vida. Hay muchas personas que ven esas películas de forma fraccionada (hola mamás y papás con hijos pequeños) o mientras realizan otras actividades, pero a mí lo de dejar películas a medias para seguir otro día o verlas a trocitos a lo largo de la jornada no me motiva nada porque enseguida pierdo el hilo de la historia y necesito encontrar rápidamente el momento para terminar lo que empecé, lo que me genera bastante ansiedad. Tiendo a ser compulsiva y por ello prefiero hacer maratón y verlo todo seguido antes que ir dosificando. Ir al cine físicamente a ver una película (y menos aún una que dure 3 horas) ya es algo que cada vez me apetece menos y que limito a ocasiones especiales y títulos muy concretos.

Otro hándicap para mí es la ingente oferta en plataformas y TVs online, que es ya tan abundante que a veces elegir algo que ver se convierte en todo un reto. A mí me pasa lo mismo cuando voy a un restaurante y tienen una carta de 4 páginas: suelo acabar pidiendo algo que quizás no me apetece mucho pero intuyo que me va a gustar porque tanta variedad me abruma y no consigo decidir sin pensar que me estoy equivocando y me quiero quitar de encima esa presión cuanto antes (sí, vivo en permanente estado de ansiedad...).

Llegados a este punto, he de decir que el objetivo real de este post era comentar mis contenidos visuales favoritos de estos últimos meses, pero como habréis comprobado la reflexión se me ha ido un poco de las manos y ahora ya se me ha desinflado la intención inicial. En general puedo decir que pocas películas de las que he visto en los últimos años se han ganado un sobresaliente por mi parte, y eso que tampoco soy excesivamente exigente. Básicamente pido que lo que vea me haga sentir cosas: miedo, rabia, dolor, risa... lo que sea, pero la mayoría de mis votos por lo alto se han quedado en un tibio 7-8 y algún 9 muy puntual. La película que mejor nota se llevó en este tiempo fue la enésima versión de "Ha nacido una estrella", con Bradley Cooper y Lady Gaga. Vale, podéis condenarme al infierno del CinExin por ello, qué le vamos a hacer, pero fue una de las pocas que me emocionó aún conociendo la trama. Y además la banda sonora está muy chula.

¿Quizás el exceso de oferta está mermando la calidad de los contenidos o quizás con los años tenemos la sensación de que ya casi nada nos puede sorprender? ¿Las películas de más de 3 horas se hacen eternas y por ello muchos espectadores prefieren ver ahora series con capítulos más cortos? ¿Esto se debe a que vivimos acelerados y ya no disfrutamos del ocio con la calma de antes? ¿Están las plataformas matando la experiencia cinéfila clásica o por el contrario están democratizando el acceso a las producciones cinematográficas?