jueves, 30 de septiembre de 2021

El volcán de La Palma

Volcán de Cumbre Vieja, La Palma, Canarias
Hace algo más de una semana entró en erupción un nuevo volcán en la isla de La Palma, a unos 200 km. de la isla en la que yo vivo, Tenerife. Después de los primeros momentos de fascinación, de vivir embelesada la cercanía y la fuerza visual de este fenómeno de la naturaleza, esa sensación dio paso a una tristeza sorda al ver cómo la lava iba devorando las casas a medida que avanzaba por la ladera de la montaña.

Mantengo desde entonces una dualidad de sentimientos, que creo que es lo inevitable en una situación como esta. Por un lado no deja de maravillarme esta erupción volcánica, que acontece en un lugar que yo visité hace precisamente 10 años por estas fechas (podéis ver la reseña de aquel precioso viaje en este post), pero por otro lado no puedo evitar sentir el dolor de los palmeros que ven cómo sus viviendas o formas de vida desaparecen bajo las coladas en cuestión de minutos. Más de 900 construcciones se han visto total o parcialmente afectadas hasta ahora por los efectos de la erupción y, aunque la lava ya ha creado un camino por el que ha llegado al mar, no se puede descartar que el volcán continúe causando daños.

La Palma es una isla mágica, con fuertes contrastes entre las zonas boscosas de laurisilva, las playas de arena negra, las montañas y los acantilados de la costa. Toda la isla fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2002 y no en vano es conocida como "la isla bonita". Pero para que ésta y las demás Islas Canarias surgieran en todo su esplendor actual han tenido que pasar cientos de años de actividad volcánica y erosiva. 

Yo no soy la más indicada para hablar de historia o geografía canaria ni para desmentir la gran cantidad de informaciones inexactas o alarmistas que han surgido estos últimos días en relación con el fenómeno natural acaecido en La Palma. No soy originaria de estas tierras ni geóloga, por lo que aquí sólo me limito a exponer mi punto de vista formado a partir de lo que me comentan algunos colegas nativos y de la información científica que he leído últimamente. Dicho esto, hay algunos detalles que quizás no estén muy claros para los lectores que vivan esto desde lejos y que me gustaría destacar hoy en este post:

1. Todo el archipiélago canario tiene origen volcánico y su paisaje característico es un gran reclamo turístico. Hay algunos puntos con más actividad sísmica o islas con más erupciones históricas, como precisamente La Palma o Tenerife, pero el riesgo de que se manifiesten volcanes sigue siendo extraordinariamente bajo en comparación con otros cambios producidos por la naturaleza como los climatológicos (tormentas, huracanes, gotas frías...) que tienen lugar varias veces al año. El último fenómeno volcánico tuvo lugar hace 10 años y de forma submarina frente a La Restinga, en la isla de El Hierro. El anterior volcán cronológicamente hablando, el Teneguía, se originó en 1971 en La Palma, unos 50 km. al sur de la actual erupción en Cumbre Vieja. Para encontrar la siguiente erupción ya nos tenemos que remontar a 1949, cuando el volcán de San Juan, también en La Palma despertó después de más de 200 años de inactividad, o a 1909 cuando el Chinyero se manifestó en Tenerife.

2. Para los que se preguntan por qué se permite construir en esa zona, tengan en cuenta que todo el territorio de la isla es susceptible de sufrir una erupción volcánica y, ya que se trata de una actividad de carácter fisural, no se sabe nunca el punto exacto por el que puede romper el terreno y comenzar a expulsar la lava. Donde está la actual erupción de La Palma, por ejemplo, antes no había ningún cráter. Otro factor a tener en cuenta es la periodicidad de los fenómenos de este tipo, que resultan muy esporádicos tal y como comenté más arriba y que no justifican dejar terrenos de cientos de hectáreas sin ninguna utilidad. Además, esas tierras volcánicas son muy fértiles y ayudan al sustento de los lugareños, además de mejorar enormemente los ecosistemas.

3. El drama palmero es grande a nivel económico, pero sobre todo emocional. Piensen por un momento en salir de su casa con una mochila y cuatro cosas más y que ya no puedan volver nunca más. Muchos canarios han perdido sus viviendas, sus cultivos, sus animales o su medio de vida. Ahora mismo ya no necesitan comida ni ropa, porque desde el primer día han estado arropados por la solidaridad de sus vecinos y familiares de los pueblos cercanos, pero el duelo por la pérdida de sus bienes, heredados en muchos casos de varias generaciones, tardará en superarse. La reconstrucción de la isla necesitará además una gran inversión económica para infraestructuras y viviendas que faciliten el nuevo comienzo de las familias afectadas. La Palma tiene apenas 700 km2 de superficie y unos 85.000 habitantes en total, muchos de los cuales viven de la industria platanera o del turismo, ambos modelos seriamente dañados por el volcán. 

4. La opción de evacuar toda la isla, como he oído por ahí, no es viable a corto plazo y ni siquiera es recomendable según los datos que manejan las autoridades científicas, que monitorean constantemente la actividad sísmica y vulcanológica de La Palma. Paralizar el resto del territorio no ofrece ninguna ventaja a la población palmera, sobre todo teniendo el cuenta que la zona de peligro está muy acotada. Salvo que surja una nueva boca de expulsión de lava en otro punto, el riesgo para la vida humana en la situación que allí se vive es prácticamente inexistente y se limita a los posibles daños causados por la inhalación de partículas de ceniza o de gases tóxicos producidos por el volcán. Ante esto sólo se puede pedir a la población mucha prudencia y un acatamiento serio de las órdenes de las autoridades. 

5. A pesar de los destrozos y las pérdidas causadas por las coladas de lava del volcán, esta erupción era absolutamente previsible y todo se está desarrollando según lo estipulado para un fenómeno de estas características. El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) realizó durante los días previos un exhaustivo trabajo en La Palma que permitió situar la zona de la erupción en Cumbre Vieja con poco margen de error y el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias funcionó correctamente desde el principio del suceso, realizando la evacuación de las personas con movilidad reducida en la mañana del domingo 19 de septiembre, unas horas antes de la explosión del volcán. Nada pues que objetar a la gestión de este evento natural en el que participan cientos de empleados públicos, científicos, sanitarios y también muchos voluntarios que trabajan para mantener en todo momento la seguridad y minimizar en lo posible las pérdidas de los afectados.

6. Desde el primer momento, la cobertura mediática de este volcán ha sido salvaje. La Radio Televisión Canaria (RTVC) retransmitió en directo desde La Palma la primera explosión en Cumbre Vieja y muchos residentes en Canarias nos quedamos dormidos varias noches con el rugido del volcán de fondo y las espectaculares imágenes nocturnas de la lava incandescente, algo que nunca pensamos que pudiera tocarnos tan de cerca. La cobertura de la cadena autonómica está siendo impecable, muy profesional y respetuosa con el entorno y con la población, como no podía ser de otra forma. Además, han ofrecido permanentemente su señal a medios de todo el mundo para que puedan mostrar lo que está ocurriendo en La Palma, algo de un interés científico incalculable. Pero al mismo tiempo que nos ganaba a todos la curiosidad por este fenómeno y su gran magnitud, el ansia por ofrecer las conexiones más arriesgadas, la noticia más sensacionalista y la peor cara de la tragedia también trajo a la isla una horda de oportunistas, alarmistas y desubicados en general que sólo han servido para molestar y poner en riesgo en más ocasiones de las necesarias el plan de emergencia. Eso quizás debería hacernos recapacitar un poco sobre el papel actual de los medios de comunicación y el tipo de información que consumimos.

6. Por último, señalar sólo tres cosas que me parecen bastante importantes para entender todo esto: en primer lugar, NO, un volcán no se puede apagar ni parar de ninguna forma; se apaga cuando quiere y como quiere. En segundo lugar, NO, no se puede corregir ni modificar la trayectoria de las coladas de lava, que el volcán expulsa hacia donde le da la gana y en las cantidades que considera oportunas en cada momento de su erupción. Según las estimaciones de Involcan, basadas en las erupciones históricas de la isla, el cono de La Palma puede estar activo entre 24 y 84 días, con emisión de material magmático de forma variable que a día de hoy ya supera los 60 millones de metros cúbicos. Y en tercer lugar, NO, el hecho de que te maraville ver la actividad del volcán no significa que no sientas los daños que ha causado a los afectados. Ambos sentimientos son válidos, cada uno en su momento y contexto particular, y la belleza natural de una erupción volcánica, como la de un tornado o una nevada, no implica que no se lamenten las pérdidas humanas o materiales que puedan ocasionar. Aprendamos a contextualizar adecuadamente.

Hasta aquí mis reflexiones sobre el volcán de La Palma, que por ahora no parece que tenga intención de cesar su actividad eruptiva y se propone enseñarnos vulcanología al mismo nivel que nos ocurrió con la virólogía en la pandemia de Covid19. Al menos no se podrá decir que estos fenómenos no enriquecen nuestro vocabulario. ¿O acaso tú sabías que las erupciones volcánicas podían ser estrombolianas o hawaianas y que la colada podía ser algo más que la ropa que pones a secar?

 
*** Las fotos del volcán pertenecen a Europa Press y Efe.
*** Si eres científico o vulcanólogo y hay algún dato erróneo en esta entrada no dudes en comunicármelo!