viernes, 19 de julio de 2019

Oporto - Lisboa (y VII): Curiosidades

Tranvía 28 y Sé de Lisboa
Esta es la entrada que dedico a las curiosidades y consideraciones finales sobre el viaje a Portugal que realizamos en septiembre de 2018. Gracias por haber leído hasta aquí; no me merezco esta atención!

Al lío. Portugal es un país de contrastes. Las dos ciudades que visitamos tienen un aire de decadencia que a veces raya en el deterioro. Esa misma característica les confiere cierto encanto de esplendor caducado hace 50 años que las convierte en lugares idóneos para querer seguir descubriendo. Tanto Porto como Lisboa, pero sobre todo la primera, hacen gala de una dejadez arquitectónica digna de estudio. Fachadas y muros llenos de pintadas, paredes de azulejos comidas por el polvo y la suciedad, edificios completos abandonados... Sin embargo, los colores que se atisban en otras construcciones aledañas, los labrados balcones manuelinos y la majestuosidad de sus símbolos convierten a esas dos grandes ciudades en destinos imprescindibles.

Estación de São Bento, Porto
El país está repleto de turistas. Hay que tener en cuenta que Portugal es un destino barato, más incluso que España, y el visitante europeo lo tiene muy en cuenta. La cercanía a la España peninsular hace que muchos españoles elijan esos puntos para disfrutar de un fin de semana de descanso en el país vecino. Si viajáis en temporada alta, en grupo o queréis alojaros en el centro, tened en cuenta la opción de reservar con antelación en hoteles y restaurantes. Planificad muy bien la entrada al Monasterio de Los Jerónimos, ya que es el lugar más visitado del país y siempre está a tope.

Portugal se comunica mal a través de internet. Las webs de los monumentos, establecimientos y sitios oficiales tienen una imagen digna de principios de siglo, con poca información y en muchos casos desactualizada. Este desinterés también se ve en los lugares importantes de cada ciudad, donde la ayuda al visitante en forma de folleto es muy limitada. La conexión a internet es regular tirando a mala y no parece ser una prioridad en los establecimientos lusos, ya que pocos disponen de WiFi para sus clientes y donde la hay apenas conecta. Posiblemente esta característica mejore en los locales más modernos y sofisticados, que también los hay en Portugal, pero el corazón histórico normalmente no contempla estas mejoras.

El Camino de Santiago pasa por Porto: Caminho Portugués da Costa
A la hora de moverse por Lisboa, es interesante comprar una tarjeta de transporte como la 7 Colinas o la Viva Viagem (en Porto se llama Andante), que a nosotros no nos hizo falta ya que los desplazamientos se incluían en la Lisboa Card, como comenté en mi primer post sobre la llegada a la capital lusa. Tanto Porto como Lisboa tienen callejuelas estrechas, empinadas, empedradas y muchas escaleras, a donde es difícil acceder en vehículos convencionales. Las distancias no son excesivas así que lo mejor es utilizar transporte público como el tranvía (siempre atendiendo a los avisos de carteristas que aprovechan las aglomeraciones en los vagones para operar) y caminar. En este caso es imprescindible utilizar un calzado cómodo, con suela fuerte y buen agarre, ya que los adoquines dificultan bastante el paso. Las tarjetas de viaje nos permitirán utilizar también los famosos elevadores y ascensores y disfrutar con ello de una experiencia única.

Aparte de lo que comenté acerca del cobro de entrantes en los restaurantes portugueses en mi post anterior dedicado a la gastronomía, otro detalle a tener en cuenta es que también en muchos W.C. de estaciones y otros lugares públicos cobran por acceder, normalmente unos 50 céntimos. Con esta tarifa se supone que los aseos estarán más limpios y cuidados, algo que no siempre es así por desgracia. Intentad aprovechar para ir al servicio en algún restaurante, aunque ya os advierto que el mantenimiento de los baños portugueses en general tampoco alcanza ninguna cota de excelencia.

Durante el viaje muchas veces nos preguntamos cómo mantenía el país sus altas tasas de turistas cuidando tan poco sus monumentos y servicios en general. Dentro de la Torre de Bélem por ejemplo no funcionaba el indicador de subida/bajada por las escaleras en algunas plantas, que debe realizarse por turnos debido a la estrechez, y había telarañas en las esquinas. Quizás fueran para darle un toque más histórico a la visita, nunca se sabe, pero al mismo tiempo confirman esa dejadez local de la que hablaba al principio de este post. Está claro que las vistas de los estuarios de los ríos desde cualquier puente portugués y todo castillo o iglesia antigua tienen ya de por sí un encanto inherente digno de elogio, pero una pizca más de atención no estaría mal.

Las chicas malas van a Portugal!
Tengo entendido que la noche portuguesa resulta bastante animada, aunque como sabéis yo no soy muy nocturna así que no puedo opinar mucho al respecto. Sí puedo decir que tanto en Porto como en Lisboa, en las zonas más céntricas y turísticas, nos ofrecieron en varias ocasiones todo tipo de estimulantes ilegales de dudosa procedencia, que posiblemente no encuentren salida en el mercado local debido a que la tasa de consumo en Portugal es relativamente baja debido a su buena política social en materia de drogas.

Y aquí terminan las entradas de este viaje a Portugal, el país del bacalao, de las subidas y bajadas por estrechas e intrincadas escaleras, el país del clasicismo incrustado en la modernidad, con una conexión a internet deficiente pero un nivel de educación notable, una mezcla de decadencia romántica con modernidad ejecutiva, de pintadas vándalas que aportan entidad a un entorno que parece que se cae a pedazos pero que sin embargo se mantiene en pie majestuosamente, que sigue exprimiendo la era de los descubrimientos, el país que también es península ibérica, tan lejos y tan cerca al mismo tiempo, tan europeo y tan local, tan progresista dentro de su imagen conservadora y anticuada, el país que te engancha pero no sabes muy bien por qué.

En general, la estancia es agradable, se come bien y el destino es tranquilo y acogedor. El buen clima, los buenos precios de la restauración y los miradores son sin duda los puntos fuertes de estas dos ciudades, en las que el objetivo debe ser pasear y empaparse del entorno. Volveremos en cuanto podamos, ya que nos quedaron miles de asuntos pendientes en tierras lusas y 96 recetas de bacalao por probar.

Tranvía 28, Lisboa

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