jueves, 22 de octubre de 2015

Madrid (II)

Monumento a Velázquez a la entrada del Museo del Prado
El segundo día en Madrid estaba destinado íntegramente al Museo del Prado. Nos habían dicho que la visita era larga y que necesitaríamos más de un día para verlo todo con detenimiento. La hora de apertura era a las 10.00, así que media hora antes nos situamos en una pequeña cola que ya estaba formada en las taquillas para aprovechar al máximo el tiempo que teníamos. 

La entrada normal cuesta 14,00 €, aunque también se puede adquirir el Abono Paseo del Arte para visitar los tres museos de la zona (Prado, Reina Sofía y Thyssen Bornemisza) por 25,60 euros. Como Exseminarista Ye-ye entraba gratis y tampoco teníamos muy claro si tendríamos tiempo suficiente para visitar los tres centros con detalle y amortizar así ese dinero, decidí comprar solamente la entrada del Prado.

Mi última visita al museo había sido cuando yo tenía 9 años, y por entonces me pasé la mitad del tiempo aburrida y cansada mientras mi madre contemplaba extasiada los cuadros (la otra mitad del tiempo la pasamos buscando a mi hermana, que se había perdido mezclada con una excursión de japoneses, pero eso es otra historia ;)) así que mis ganas de estar otra vez en el Prado eran enormes. Sin embargo, tengo que decir que, en general, me llevé una pequeña decepción.

En el interior del museo no se permiten fotografías, en ninguna sala, ni siquiera sin flash, así que este post estará pobremente ilustrado. La fachada principal del edificio estaba en obras, cubierta con una lona, y el exterior del museo tampoco ofrecía buenos planos para inmortalizar así que no gastamos mucha batería de móvil en ese sentido. Tampoco se permite entrar ningún tipo de bebida o comida, algo que me parece totalmente ilógico. Eso te obliga a consumir dentro del museo en la única cafetería-restaurante que existe, a precios desorbitados. En fin, políticas que no me gustan ni me parecen razonables pero que por desgracia te ves obligado a aceptar.

Monumento a Goya, exterior Museo del Prado
Al comienzo de la visita varios expertos te ofrecen la opción de una visita guiada por el museo, con una duración de alrededor de una hora, y en la que se va directamente a las obras más destacadas. Como a nosotros no nos interesaba ese tipo de visita nos hicimos con un plano del edificio y nos dirigimos hacia las primeras salas. El orden de las exposiciones es un poco anárquico. Aunque va por épocas (más o menos), se mezclan muchos autores y corrientes, algo que en algunos momentos descoloca bastante. Hay salas dedicadas exclusivamente a obras de determinados autores, mientras que otras muestran cómo estaba decorada una sala del Palacio Real, por ejemplo, en un momento cronológico concreto. Resulta un poco confuso. 

Otro de los puntos negativos del museo para nosotros fue la iluminación de los cuadros. Me parece increíble que en un centro de la categoría de El Prado, que constituye uno de los museos pictóricos más importantes del mundo, y en el que la entrada cuesta 14 euros, se permitan que en algunos lienzos haya reflejos procedentes de las ventanas y no se pueda ver bien la obra. Y no fue en uno ni en dos. En un principio pensé que podía ser algo puntual, relacionado sobre todo con mi limitada estatura (1.58 m.) pero a Exseminarista Ye-ye, desde su 1.88 m., le ocurría exactamente lo mismo. Tenías que alejarte varios metros de algunos cuadros para poder contemplarlos sin brillos, algo imposible en ocasiones por la presencia de otras obras en el medio de la sala o por una pared cercana. Desde esa distancia, ya no se podían apreciar los detalles de la pintura, pero si te acercabas para ver algo concreto perdías totalmente el conjunto. No había un término medio. 

Nos resultó tan frustrante ese defecto de iluminación que llegamos a comunicarlo al museo a través de un tuit, respondiéndonos sus responsables que se estaba trabajando en mejorar el sistema de iluminación general de todas las salas, sustituyendo las lámparas halógenas por tecnología led. Aún así, yo creo que cerrando algunas ventanas y controlando la luz natural que entra por ellas se podría solucionar ese problema en la mayoría de los cuadros afectados.

Real Academia de la Lengua y San Jerónimo desde los aledaños de El Prado
Pictóricamente hablando, no disfrutamos realmente de ninguna obra hasta llegar a "El jardín de las Delicias" de El Bosco. El tríptico nos dejó fascinados tanto por su detalle como por la temática, pudiendo apreciar en directo escenas y colores que realmente hacen a este cuadro merecedor de su fama. Nuestro placer continuó por la serie negra de Goya pero no alcanzó su clímax hasta llegar a Velázquez. La perfección hecha cuadro se llama "Las meninas". Visto desde cualquier ángulo, de lejos o de cerca, ese lienzo es una auténtica maravilla, un éxtasis para cualquier amante del arte. 

En general, los trabajos de Velázquez son el reclamo principal del museo y, todo hay que decirlo, con justo merecimiento porque la visita al Prado merece la pena sólo por ver una decena de las 48 obras suyas que allí se exponen. Tiziano, Tintoretto, Caravaggio, Rembrandt, Rubens, Goya, Murillo o El Greco conforman los nombres más destacados del resto de las galerías. El museo no tiene apenas nada más allá del s.XIX, puesto que sus exposiciones se limitan en gran parte a la Colección Real y a cuadros de corte religioso y retratos nobles encargados por los distintos linajes de gobernantes de la época.

Al final de la visita, ya resulta un poco agotador ver tanto retrato del mismo rey, conde o duque de pie, a caballo, sentado o con su familia, pero no deja de ser una importante representación pictórica de la España más real y sus dinastías. No es un museo tan completo como puede ser la National Gallery londinense que visitamos el año pasado, que tiene al menos una obra de cada autor o corriente destacable, pero sin duda El Prado es una visita obligada para cualquier amante del arte.

Mi recomendación al respecto es que, si no se es un gran entendido en la pintura religiosa italiana o los cuadros de la Corte del barroco español, la visita se realice en el espacio de dos horas gratuito que ofrece el museo todos los días entre las 18.00 y las 20.00 h. o los domingos por las tardes, justo antes del cierre de puertas. En ese tiempo se pueden ver casi todas las obras conocidas que alberga el museo, entre las que se encuentran "El jardín de las delicias" de El Bosco, "El caballero de la mano en el pecho" de El Greco, "Las tres Gracias" de Rubens, "Los fusilamientos del 3 de mayo" y las "Majas" de Goya (la vestida y la desnuda, mucho más bonita esta última para mi gusto), y todos los grandes cuadros de Velázquez, además de alguna otra obra destacada de otros autores.

Coincidiendo con nuestra visita, el museo exponía también una colección temporal de cuadros de Picasso procedentes del Museo de Arte de Basilea, bajo el nombre 10 Picassos del Kurtmuseum Basel. Los cuadros estaban situados en uno de los pasillos centrales del edificio, flanqueados por lienzos clásicos de gran formato. Desde mi punto de vista deberían haber dedicado una sala exclusiva a estas obras, a todas luces fuera de lugar tanto en estilo como en época. De todos modos, tampoco se trataba de los cuadros más destacados de su autor, sino de una selección más bien modesta de su obra.

Comida en el Café Prado
Hablando de otras cuestiones, nos vimos obligados a comer en el Café Prado, la única cafetería-restaurante que hay en el museo. Puesto que a mediodía aún no habíamos terminado la visita y no se permite la entrada al recinto con ningún tipo de comida ni bebida del exterior, como ya señalé más arriba, nos dirigimos hacia allí como otras decenas de visitantes para proceder a recuperar fuerzas. El menú del restaurante nos pareció limitado y caro; había unas cinco opciones de platos fríos y alrededor de seis o siete calientes, cuyos precios oscilaban entre los 4 euros de una taza de gazpacho (que podéis ver en la foto) y los 10-12 € de un plato de carne o pescado, guarnición aparte.

Como teníamos que comer algo para no desfallecer elegimos platos fríos, más baratos y acordes a la temperatura madrileña. Por lo que veis en la foto de arriba (un cuenco de gazpacho, dos cuencos de ensalada fría de patatas, cebolla y bacon - a la mía le añadieron, tras insistir un poco, mitad de tabulé de verduras que tenía el mismo precio - una chapata pequeña y un botellín de agua de 50 cl.) nos cobraron 17,45 €. No parecería tan caro si la comida estuviera buena, pero la ensalada no eran más que patatas y el cous-cous estaba totalmente insípido. Todo en general era menos que pasable en cuanto a su calidad y sabor e incluso el pan era malo. Además, nos quedamos con hambre, así que si alguna vez visitáis el museo no os recomiendo en absoluto que comáis allí, si podéis evitarlo. 

También echamos un vistazo en las tiendas de El Prado que, como en casi todos los museos del mundo, tienen souvenirs y recuerdos con copias de las obras que exponen a precios desmesurados. Lo único que me llamó realmente la atención (y que estaba dispuesta a pagar) fue un Playmobil del pintor y grabador alemán Alberto Durero, representando su famoso "Autorretrato", que se expone en la galería de pintura alemana del museo. Su precio era de 4 euros, que me pareció incluso razonable dentro del universo de bolígrafos a 3 euros y libretas a 12.

Mi Playmobil de Durero
Y tras una visita un poco decepcionante aunque equilibrada por la contemplación de algunas obras de arte inigualables e irrepetibles, nos volvimos al hostal para descansar un poco y salir a cenar después con unos amigos por la zona de Lavapiés. De camino hicimos una foto a otra de las fuentes más emblemáticas de Madrid después de la de Cibeles, la de Neptuno, situada en pleno Paseo del Prado.


Fuente de Neptuno
* (Haz click en las imágenes para ampliar)

** (continuará...)

7 comentarios:

  1. Es que es curioso que haya obras de arte tan conocidas y que sin embargo solo cuando las tienes delante es cuando realmente te impactan y descubres su grandeza.

    Por eso resulta imperdonable que un museo tan importante carezca de buena iluminación. ¿Cómo es posible esto a estas alturas?

    Espero la continuación. ¡Quiero más!

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    1. JuanRa, pues eso nos sorprendió a nosotros también y así se lo hicimos saber a los responsables de Twitter del museo. A ver si con ese nuevo proyecto de iluminación que dicen tener en marcha lo solucionan, porque la verdad es que eso fue bastante molesto.

      Por lo demás, éxtasis con algunas de las obras allí expuestas, sin duda :)

      saluditos!

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  2. ¡Me tenías que haber avisado y yo te hacía de guía! ;)

    La verdad es que creo que el Thyssen lo disfruta más el público menos entendido en arte, o al menos termina sorprendiendo más. El Prado lo adoro, pero habla más mi lado friki de historiadora, me temo. La primera vez que lo visité lloré (y no poco) delante de muchos cuadros, madre mía...

    El problema es que es enorme y el edificio es típicamente historicista, poco práctico para hacer un recorrido cronológicamente coherente y cómodo de visitar. Es verdad que es algo confuso y encima cada dos por tres cambian las instalaciones, con lo cual los recorridos son siempre un poco caóticos. Lo de la iluminación es cierto, pasa por desgracia en muchos otros museos y deberían ponerse las pilas. El problema es que la luz es un tema muy delicado en la conservación de las obras y cambiar toda la iluminación sale muy caro, pero ya va siendo hora de que lo mejores, sobre todo empezando con lo de las ventanas.

    Yo nunca he comido en El Prado, siempre voy bien temprano (aunque juraría que antes se podía entrar a las 9) y salgo justo para comer en los alrededores. No recomiendo ver TODO al público general porque hay salas que interesarán muy poquito y al final acabas agotadísimo, y siempre es mejor comer fuera que hay zonas muy buenas a pocos minutos. La tienda siempre es una pequeña estafa, pero el Durero de Playmobil es adorable :D.
    Ahora suelo ir a las exposiciones temporales que me interesan y a acompañar a algún amigo o familiar que viene de visita, pero siempre procuro no agotar porque acabas saturado. Ver una de las grandes pinacotecas enteras en un día termina saturando y dejándote machacado.
    Normalmente sí dedican salas aparte para las expos temporales, aunque a veces hacen intercambio de obras como en este caso con el museo de Basel y las colocan en medio de las salas para hacer un diálogo entre el pasado y el presente, contrastando estilos y buscando crear lazos de influencias entre autores. Aunque a veces es algo confuso :).

    Me está encantando tu crónica del viaje :D.

    Un abrazo

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  3. Liliana, vaya, la verdad es que ni me acordé de que tu podrías habernos hecho una ruta fantástica por el museo! Normalmente somos un poco masocas y somos de esos que acabamos agotados de tanta entrada visual de datos, jajaja, pero es que como nunca sé cuándo podré volver a determinado sitio (si es que vuelvo) me gusta empaparme al máximo y ver todo lo que pueda. Si viviera en Madrid posiblemente fuera más a menudo a los museos y me lo tomaría con más calma, supongo!

    Lo de que hayan aprovechado un edificio emblemático para colocar el museo está bien, pero como bien dices, acaba siendo un poco confuso. En nuestro caso todo quedó compensado con la contemplación de algunas obras. No llegamos a llorar, como comentas (a mí eso casi me pasa en la National Gallery con los impresionistas, que son mi pasión) pero sí que nos extasiamos durante un rato con algunos lienzos :D

    El Playmobil de Durero es una monada, siii!! Ojalá hubiera de más artistas, porque me los compraría todos, jajaja.

    Intentaré publicar la siguiente entrada del viaje pronto!

    saluditos

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  4. Estás por mi ciudad y no me dices ni mu... ayyy ayyy Lillu.

    Besos.

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    1. Savoy jaja, mucha gente por Madrid y agenda muy repleta! ;D Quizás la próxima vez, que habrá que volver.

      saluditos

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  5. Siendo como soy una súper forofa del Prado reconozco que es un museo muy mejorable en muchos aspectos, como el de la cafetería. En el MET hay unos cinco restaurantes y además se puede y salir sin ningún problema para comer fuera (algo muy recomendable si vas a pasar el día entero en un museo, si no quieres salir con un mareo impresionante).

    No he visto la nueva distribución, así que no puedo opinar, pero veo muchas de las exposiciones y la iluminación es horrorosa. Malísima, no entiendo por qué.

    En todo caso, hay que decir que con la ampliación algo sí que mejoró, y espero que sigamos por el buen camino. No hay que olvidar que hace pocos años era prácticamente imposible encontrar los aseos.

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